Sin adelantar el paso

La Iglesia no puede hacer lo que la mayoría (o la minoría) cree que debemos hacer, porque la iniciativa es totalmente de Dios. Nos toca seguir el camino que Él va abriendo, revelándose en nuestra cotidianeidad habitada por Él.

La Iglesia se nos ha quedado atrás. Este pensamiento es el punto de partida común desde el que empezamos a hablar de la realidad eclesial. Vengamos de donde vengamos, incluso si estamos fuera de la Iglesia, todos nos ponemos de acuerdo en esto rápidamente: hay que cambiar cosas, no podemos seguir igual, no vamos con los tiempos.

A veces incluso nos pasa que estamos más preocupados por el hecho de cambiar que por plantearnos qué cambiamos y hacia qué dirección nos movemos. Da igual, nuestro mundo es tan rápido que lo importante es la sensación de velocidad, no la ruta que tomamos o el destino al que llegamos. Es menos importante el destino, o la ruta, que el ritmo. Queremos cambios y los queremos rápidos.

Por eso algunos no han terminado de comprender las palabras del Papa Francisco sobre el diaconado femenino: «Caminamos sobre el camino firme, justo, sobre el camino de la Revelación. No podemos caminar por otro camino… No solo son verdad las definiciones dogmáticas. Las cosas históricas ayudarán… No solo ellas. No podemos ir más allá de la Revelación y de su expresión dogmática. ¿Está esto comprendido? Somos católicos, ¿eh? Si alguno quiere hacer otra Iglesia, es libre». Y es que Francisco no está mostrando su desacuerdo con el diaconado femenino, porque realmente no ha dicho eso, solo ha recordado que los tiempos de la Iglesia no son los tiempos a los que estamos acostumbrados. Que no podemos dejarnos influir por la cultura de la velocidad y el cambio a golpe de lo que sentimos, pensamos o creemos. La Iglesia no funciona así.

En una época en la que reina lo instantáneo, lo inmediato, el ir sumándose a los trending topic del momento, el Papa nos recuerda que nuestro paso no debe ser rápido ni lento, nuestro paso debe ir tras el camino que abre Dios, a su ritmo, a su modo. Atentos y escuchando los signos que nos va regalando, pero sin adelantar el paso.

Hablar de Revelación nos da miedo. Porque la Revelación no se adapta a nuestras necesidades, a lo que yo veo claro. Ni tampoco es estática. Simplemente se nos escapa, no la comprendemos. Y por eso nos rebelamos cuando el Papa nos pone otra vez en ese camino y nos recuerda que la Iglesia no puede hacer lo que la mayoría (o la minoría) cree que debemos hacer, porque la iniciativa es totalmente de Dios. Nos toca seguir el camino que Él va abriendo, revelándose en nuestra cotidianeidad habitada por Él.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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