La tan deseada paz interior, la encontraron las mujeres de Atenas y Esparta cuando, cansadas de la violencia, la guerra y los diálogos frustrados, decidieron castigar a sus maridos y convocar a una huelga sexual, cuya única finalidad era: alcanzar la paz.
Mahatma Gandhi nos dejó esta frase que tiene mucha vigencia en tiempos revolucionarios: “Para llegar a la paz, antes debes sufrir los peores castigos a fin de que te sea perdonado lo que has hecho a los demás: eso es encontrar la paz interior”. Hoy en día, resulta frustrante ver cómo existen personas en puestos de gobierno que se resisten al cambio. Disfrazan su fracaso propiciando diálogos frustrados, sin darse cuenta que la única forma de progresar es mediante el cambio positivo, lo cual conlleva a que mejoren las condiciones económicas, políticas y sociales de una nación.
También es cierto que, si queremos recorrer con éxito el camino que nos lleva a la paz interior, tendremos que desmontar algunos de los obstáculos personales que nos atenazan: el miedo al futuro y las lamentaciones por el pasado. El viaje completo a la paz interior significa que también tendremos que superar los baches de la envidia, los desvíos de la impaciencia, las calles sin salida de la terquedad y los puentes helados de la rigidez. Los avatares de la vida cotidiana consumen un esfuerzo enorme y los conflictos interiores agotan nuestros recursos, todo esto lleva a la perdida de la paz interior.
Esa tan deseada paz interior, la encontraron las mujeres de Atenas y Esparta cuando, cansadas de la violencia, la guerra y los diálogos frustrados, decidieron castigar a sus maridos y convocar a una huelga sexual, cuya única finalidad era: alcanzar la paz. Este histórico episodio lo narra el comediógrafo griego Aristófanes, en su obra Lisístrata, en la cual denunció las consecuencias de la guerra del Peloponeso. Allí le preguntaron por el papel que jugaban los generales en la guerra, a lo cual respondió: “¡Ah! ¡Los generales!, muchos, pero no buenos para mucho”. Lisístrata, en griego, significa: “La que disuelve el ejército”, describe el primer “Paro Carnal” de la historia llevado a cabo por mujeres. Dicha obra fue estrenada en el año 411 a.C.
Debido a las continuas luchas que mantenían Atenas y Esparta, las mujeres de ambas ciudades, decidieron iniciar un paro sexual hasta tanto los hombres abandonaran las armas. La revuelta fue ideada por la ateniense Lisístrata que, harta de no ver a su marido, planteó al resto de mujeres de la “polis” la solución perfecta para acabar con la interminable guerra del Peloponeso: la abstención sexual. Las mujeres hicieron un juramento mediante el cual se comprometían a no ceder ante los requerimientos de sus cónyuges.
Las mujeres tomaron la Acrópolis, símbolo del poder del espacio público y de la ciudad, y prohibieron la entrada de los hombres. Los guerreros, acostumbrados a reforzar su moral tras cada batalla en el lecho conyugal, tuvieron que aceptar que sus vidas habían cambiado: ahora eran ellos los que debían encargarse de limpiar la casa, hacer la comida, cuidar a los hijos y, lo que era peor, ¡dormir solos! Durante los días de huelga, la moral de los hombres disminuyó sensiblemente y no hubo batallas.
Aunque no podían entrar en la Acrópolis, los hombres trataban de persuadir a las mujeres, invocando su instinto maternal. Llegó un momento en que los hombres, aseguraban tener “inflamada la ingle” y varias mujeres suplicaron interrumpir la huelga por unas horas, pero Lisístrata se negó. Finalmente se firmó la paz entre Atenas y Esparta; los hombres decidieron terminar la guerra: más había podido “la yunta de bueyes” que su espíritu guerrero.
Muchos escritores opinan que la obra Lisístrata se ha convertido en un símbolo del esfuerzo organizado a favor de la paz, argumento utilizado habitualmente por Aristófanes para protestar contra la guerra. Otros consideran al escritor un pacifista y también el primer feminista de la historia. Calificativo último con el cual no está de acuerdo la escritora española María Teresa López de la Vieja, quien en su libro Feminismo: del pasado al presente, dice que “Aristófanes utilizó la figura de la mujer para criticar la política mal dirigida por los hombres”. Durante la obra, las mujeres tomaron el control de la sociedad, pero al final de la comedia, el sistema patriarcal volvió a imponerse.
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Fuente: http://revistasic.gumilla.org