Siria: Cuando regresa la esperanza. La historia de Amena

Una preocupación importante para la madre de Amena era la educación de sus tres hijas. La guerra había interrumpido su escolarización, y el continuo sufrimiento tuvo un impacto negativo en Amena, que se había vuelto violenta y retraída, apenas sonreía o interactuaba con otros.

Amena*, una niña de trece años, es como tantas otras chicas de su edad, y aun más jóvenes, que pertenecen a la que se considera una “generación perdida”. Estas niñas han vivido en medio de la violencia: tuvieron que huir de un lugar a otro en busca de un lugar seguro. Privadas de su niñez, tienden a ser introvertidas y agresivas, lejos de la espontaneidad normal de los niños y niñas criados en un ambiente diferente.

Amena nació y se crio en la antigua ciudad de Homs. La intensificación de la violencia obligó a Amena, sus padres y dos hermanas (una más joven y otra mayor) a huir. Vivieron en Darayya, en el área rural de Damasco, en Wadi Barada (en un sótano de una habitación que era de su abuelo), y en muchos otros lugares: eran fugitivos con miedo.

Cuando las cosas mejoraron un poco en Homs, decidieron regresar a casa para encontrarse, como dice Amena, “mudarse al menos veinte veces de un lugar a otro. Cuando finalmente volvimos a nuestra casa original, estaba quemada y destruida por completo”. Pero al no tener absolutamente ninguna otra opción, la familia simplemente volvió a vivir allí. La casa estaba en un estado horrible: ni puertas ni ventanas, y no llegaba ni electricidad ni agua… El barrio había quedado abandonado.

Una preocupación importante para la madre de Amena era la educación de sus tres hijas. La guerra había interrumpido su escolarización, y el continuo sufrimiento tuvo un impacto negativo en Amena, que se había vuelto violenta y retraída, apenas sonreía o interactuaba con otros.

El Centro del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en la ciudad vieja de Homs pronto se convirtió en un refugio de esperanza. Su madre matriculó a Amena y a otra de sus hijas allí. Al principio fue difícil para Amena: se negaba a mezclarse con las demás, ya que se había convertido en una niña solitaria que prefería estar aislada a relacionarse con otras niñas.

La trabajadora social, poco a poco y con prudencia, se acercó a ella. El programa de protección infantil y otras actividades también fueron fundamentales para ayudar a Amena a recuperar su autoestima. El amor y la sonrisa volvieron a su vida. En su transformación, Amena dice: “Hemos sufrido mucho y también hemos sido discriminados en las escuelas, pero aquí en el Centro del JRS somos todos hermanos y hermanas. Nos quieren y nosotros los queremos a todos”.

La madre de Amena no puede ocultar su alegría y gratitud al personal por todo lo que han hecho por Amena y por su hija mayor, que pudo pasar sus exámenes a pesar de tener problemas con la vista. “Todo lo que pedimos es la seguridad de nuestros hijos, y ustedes en el JRS nos la han proporcionado. Ustedes nos han acogido de corazón y nos han acompañado”, dice con emoción. “Y, sobre todo, me han devuelto a mi Amena, la chica encantadora que conocíamos”.

En cuanto a Amena, sueña con un futuro brillante, y su alegría y su risa son contagiosas. Amena ahora transmite optimismo en todas las actividades en las que participa: simboliza el retorno de la esperanza.

* Nombre cambiado para proteger la identidad.

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Fuente: http://es.jrs.net

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