Sordos y mudos

En la realidad existe el conflicto. En todo grupo humano existen tensiones que en muchas ocasiones no sabemos gestionar y optamos por huir.

Ya estábamos habituados a plantarnos la mascarilla al subirnos a cualquier servicio público. Lo que no sé, es si somos conscientes es de las demás mascarillas o protecciones que nos seguimos poniendo a lo largo del día para aislarnos del mundo y de las personas que nos rodean. Es curioso: al observar un poco, descubrimos que la mayoría de los viajeros estamos con los auriculares y cabizbajos mirando absortamente el móvil.

¿Me aíslo? ¿Qué lo provoca?

Soy consciente de mis dinámicas de asilamiento. Es posible que activemos el “modo erizo” en los momentos que salimos de nuestra zona de confort. Es decir, esos momentos de transición de interacción con el “frío mundo exterior” entre los momentos de calidez y seguridad, rodeado de los míos y de la satisfacción de mis apetencias.

En la realidad existe el conflicto. En todo grupo humano existen tensiones que en muchas ocasiones no sabemos gestionar y optamos por huir. Si no tenemos ningún punto de referencia nuevo y distinto a nosotros, nos engañaremos fácilmente. Seguiremos girando en nuestra “rueda de hámster” de falsa seguridad de los míos. Y no todo lo que deseamos nos sienta bien.

Si no tenemos ningún punto de referencia nuevo y distinto a nosotros, nos engañaremos fácilmente.

¿Qué me humaniza?

Yo hablaría del poder curativo de los vínculos. El ser humano es, por naturaleza, un ser relacional. Para poder gestionarlo, necesitamos puntos de referencia con los cuales objetivarnos e ir resituándonos en cada momento de nuestra vida. Eso significa vivirnos en salida hacia los demás, hacia lo otro distinto a mí. No como reflejos aparentes o proyecciones ideales, sino como faros reales que nos ayudan a resituarnos.

Esta es la gran riqueza de la creación que apunta al Reinado de Dios, la Salvación. Un reinado de Misericordia donde fuimos creados a imagen y semejanza del Verbo, un Verbo encarnado en la realidad, y que apunta a la Trinidad como relación pura de Plenitud. Es decir, que desde nuestro origen fuimos soñados para la Comunión entre Dios y la humanidad, para vivir en plenitud en relación: con nosotros mismos, con lo demás y con Él, Dios relación, compasivo y misericordioso.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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