Lo importante son las disposiciones interiores de la persona que comulga: debe estar en gracia de Dios y ha de acercarse habiéndose preparado con la oración y acompañado de las buenas obras.
“La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles” (EG 47).