El proceso constituyente no debiera priorizar el establecimiento de un catálogo de derechos, sino más bien remover los obstáculos institucionales que han impedido reformas sociales y diseñar procesos políticos más eficaces.
El texto resultante de la Convención tendrá mayor fortaleza si sabe conectarse con la discusión no institucional, informal, que estará ocurriendo en el país.
El 11 de abril los chilenos votarán para elegir a los integrantes de la Convención Constitucional que, en el curso de nueve a doce meses, participarán en la redacción de una nueva Constitución para Chile.
Es ahora el momento de conectarse. De darse cuenta que, más allá de los sesgos políticos militantes, hay un país que pone en la Constitución, en nuestro marco normativo, un nuevo sueño.
Nuestra relación con el pasado requiere lealtad crítica con nuestros esenciales constitucionales. Además, la nueva Constitución debe ser un punto de partida, otro hito en nuestra evolución constitucional, abierta al cambio y perfeccionamiento futuro.
Por
Miriam Henríquez Viñas y J. Ignacio Núñez Leiva
La amplia victoria alcanzada por quienes apoyaron a las alternativas ganadoras, no puede hacernos olvidar que lo que nos disponemos a elaborar es un acuerdo integrador: la Convención no puede avizorarse como una constante tensión entre los vencedores y vencidos del plebiscito.