Un verdadero cristiano, tal y como hizo Jesús, no se puede callar delante de las injusticias ni dejar que estas pisoteen los derechos de los demás (ni los propios).
En el centro del Credo trinitario de la Iglesia está Jesús, el amor de Dios por el ser humano, y no un conjunto de “verdades” que un parlamentario católico puede hacer valer en el foro público sin someterlas al escrutinio de sus pares.
Cada uno de los cristianos podemos preguntarnos cómo intentamos imitar a Dios en nuestra vocación personal y comunitaria y ser creadores de vida y de belleza en este mundo tan necesitado de amor y de esperanza.
En el mundo hay 370 millones de descendientes de pueblos indígenas, repartidos en 90 países, que tienen mucho que decir para salvar las selvas amenazadas por los incendios. Tampoco puede pasar desapercibida su vulnerabilidad frente al coronavirus.