Para recibir la palabra debemos preparar nuestro corazón, sacar las malas intenciones y todo aquello que no sirve para recibir las enseñanzas del Señor.
Con solidaridad y saliendo de nosotras mismas, de nosotros mismos, podremos arriesgarnos a vivir el dolor y la incertidumbre confiando en Dios, Padre y Madre de la consolación.