¿Creo? ¿En qué? Y, sobre todo, ¿para qué? Acostumbrados a vivir de eslóganes o de gestos de poca hondura, el reto es enorme: vivir lo que crees sobre el terreno de lo concreto.
Hay miradas que parecen irradiar como un calor de abrazo o de absolución. Como si su presencia soltara en mí no sé qué resistencias o miedos. No es algo corporal, pero a la vez, sí.
Se ha convocado a un panel compuesto por representantes del mundo de las comunicaciones, del Arzobispado de Santiago, del Gobierno y de la propia Facultad de Teología, con la esperanza de ofrecer un espacio de intercambio y reflexión.
El problema de muchos no es que vivan extraviados o descaminados. Sencillamente viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.
¿Cómo reaccionaríamos, si se presentara hoy ante nosotros Jesús como un desconocido, con apellido humilde, viviendo en un barrio marginado de nuestra ciudad, sin título universitario, mezclado con gente de dudosa reputación y libre ante las normas tradicionales?
Hay pocos episodios más iluminadores sobre la ética de Jesús que el de la mujer adúltera. La ley era clara: por esa falta, debía ser apedreada. Quisieron probar a Jesús. Fue la ocasión para mostrar cómo Él aplicaba la ley. El señor no rebajó el ideal, no relativizó la falta, dejó muy alto el ideal de amor.