Aunque no lo queramos, somos seres sociales y necesitamos de otros, y no solo para tener lo básico para sobrevivir, sino para dar identidad, amor y sentido a nuestra propia existencia.
Ya no sabemos discutir. Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de verdad con un buen debate, con una controversia intensa en la que yo defiendo una cosa y tú la contraria.
Palabras. Cada uno tenemos una teoría sobre cómo deberíamos usarlas. Y es que, a veces, la mejor obra es esa palabra a medida que regalamos. O, por el contrario, aquella que espera prudente cuando elegimos el silencio.
Estamos en una sociedad que todo lo adelgaza. Todo es banal, superficial e intrascendente; prescindible, trivial y olvidable... ¡No! La vida es seria. El amor es serio. Y la justicia. La verdad. La vocación. El talento. Y el perdón.
Cuando creemos tener a Dios o al prójimo completamente descifrado, entramos en el laberinto de la certidumbre. Es un laberinto labrado por nuestras propias ideas preconcebidas y nuestras expectativas.