La vocación cristiana es tan sencilla; consiste en meditar la palabra de Dios, dejarse hacer por ella y permitir que fructique. Consiste en transformarse en suelo fértil.
Vivir con deportividad es vivir ‘celebrativamente’, sabiendo alegrarse con el bien del prójimo y haciendo de cualquier excusa una fiesta que, en el fondo, es una manera de plasmar el amor que se tiene por alguien.