Tailandia: mujeres refugiadas somalíes encuentran consuelo en terapias artísticas

Programa de Refugiados Urbanos del Servicio Jesuita a Refugiados, que reunió a mujeres de Somalia para realizar sesiones de terapia artística, para ayudar a las solicitantes de asilo a forjar un sentimiento de comunidad y amistad.

Seis mujeres luciendo sus coloridos hijabs se sientan en una habitación brillantemente iluminada, sumergiendo en silencio los pinceles en botes de pintura azul, amarilla y negra. Una joven, Nala*, de 25 años, observa su trabajo —el contorno de una figura flaca y oscura dibujada sobre una tela blanca— y esboza una suave sonrisa en su rostro.

“Esta es mi hija”, cuenta a las otras mujeres, que callan mientras analizan la pintura. Es la primera vez que Nala, cuyo hijo se quedó en Somalia cuando huyó a Bangkok hace casi dos años y medio, habla sobre su pasado o su familia.

El grupo de apoyo funciona desde hace tres meses y está dirigido por Oratip Nimkannon, terapeuta artística del Programa de Refugiados Urbanos del Servicio Jesuita a Refugiados, que reunió a estas mujeres para realizar sesiones de terapia artística, para ayudar a las solicitantes de asilo a —mientras hacen frente a las pérdidas— forjar un sentimiento de comunidad y amistad.

Aunque las primeras sesiones generaron ansiedad en muchas de ellas, ya que padecen traumas no resueltos a raíz de la brutal guerra civil de treinta años de Somalia, a medida que avanzaban las sesiones del grupo de apoyo, estas empezaron a pintar y hablar más abiertamente de las vidas que dejaron atrás y de sus incertidumbres sobre el futuro.

“No sé dónde estará mi próximo hogar”, dice Aaden, de 18 años, quien ya lleva dos años esperando el reasentamiento a un tercer país. La pintura de Aaden representa una casa de un solo piso con una pequeña puerta y ventanas, en claro contraste con el imponente y superpoblado edificio de apartamentos que ahora comparte con cientos de otras familias de bajos ingresos.

El proceso para la determinación del estatuto de refugiado puede durar hasta seis años en Tailandia, donde docenas de solicitantes de asilo somalíes han buscado ponerse a salvo del prolongado conflicto que ha obligado a más de un millón de personas a huir cruzando fronteras internacionales desde 1991, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Incluso para aquellos que ACNUR reconoce como refugiados, el futuro es incierto, ya que las posibilidades de reasentamiento van disminuyendo con el tiempo y no es posible la integración local.

Cuando el presidente somalí Mohamed Abdullahi Mohammed llegó al poder en febrero de 2017, declaró oficialmente el país como “zona de guerra”, y juró erradicar a Al-Shabab y otros grupos insurgentes de este frágil estado del Cuerno de África.

Las refugiadas son víctimas y supervivientes de tres décadas de inestabilidad y su vulnerabilidad se muestra en sus obras de arte.

En una de las primeras sesiones de terapia artística, una joven de 19 años, Khaadija*, preguntó si podía pintar un tumultuoso cielo negro. Reservada y de voz suave, quienes la conocen dicen que a Khaadija se la ve a menudo triste y que parece tener muchas cosas guardadas en su mente.

“Los años de guerra civil y el conflicto entre clanes han afectado muchas de las habilidades de las mujeres para confiar y sentirse seguras en el mundo”, explica Nimkannon, terapeuta de la Asociación Australiana y Neozelandesa de Terapia Artística.

Según la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA, por sus siglas en inglés), la terapia artística es una potente herramienta para ayudar a las personas a rehacer su interpretación de la realidad cotidiana y a procesar el material emocional traumático.

El arte es tanto “una pista para la estructura interna del cerebro… [como] un medio de potencial transformación”, señala la WPA.

Los psiquiatras también hacen hincapié en que las personas desplazadas sufren por la pérdida de normas culturales, costumbres religiosas y el apoyo social que conlleva la migración. Sin ayuda, las tensiones aumentan sus riesgos de enfermedad mental, informa un estudio del que es coautor Dinesh Bhugra, profesor de salud mental del King’s College de Londres.

En Somalia, donde las relaciones de los clanes y las complejas estructuras de parentesco dominan la vida social colectiva, la ausencia de los seres queridos puede ser particularmente devastadora.

“La conexión social es un elemento importante ausente en la vida de muchas jóvenes somalíes que buscan asilo en Bangkok”, dice Nimkannon, quien añade que el espacio seguro proporcionado por la terapia artística ayuda a la sanación psicológica.

Al pintar escenas de su tierra, mientras de fondo suenan piezas populares somalíes, la charla cómoda de las mujeres parece dejar lejos ese mundo de derramamiento de sangre y la violencia entre clanes que está teniendo lugar en el suelo somalí, donde aproximadamente medio millón de personas ha muerto desde que el país se sumergió en el caos hace treinta años.

“Las mujeres han encontrado apoyo en la compañía de las otras, han aprendido a expresar sus necesidades y a confiar en la terapeuta, así como entre ellas mismas”, dice Nimkannon.

“Aunque las sesiones no son suficientes para crear un cambio duradero, a las mujeres se les ha devuelto una cierta sensación de control sobre sus vidas”.

* Los nombres se han cambiado para proteger la identidad.

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Fuente: http://es.jrs.net

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