Tiempo oportuno

El Evangelio que anunciamos las mujeres. Hacer realidad, en nuestro mundo, el Reinado de Dios.

Domingo 14 de agosto de 2022
Domingo 20º del Tiempo Ordinario
Lucas 12, 49-53

He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!

Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que no se haya cumplido! 

¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división. 

Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

He venido a traer fuego… no paz, sino división…

Las palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo nos parecerán desconcertantes, extrañas y contradictorias; porque también en los evangelios lo hemos escuchado decir: “Tengan paz los unos con los otros” (Mc 9,50). “Mi paz les dejo, mi paz les doy” (Jn14, 27). Entonces, ¿cómo entender las palabras de Jesús que a primera vista nos parecen contradictorias?

Lo primero que tenemos que hacer es recordar cuál es la misión de Jesús: hacer realidad, en nuestro mundo, el Reinado de Dios.

Por esta razón Jesús exclama: “He venido a traer fuego a la tierra y ¡ojalá ya estuviera ya ardiendo!”. Podríamos entender a partir de estas palabras de Jesús que, para construir el Reinado de Dios en la tierra hay que destruir, quemar lo antiguo, lo que nos hace sufrir, lo que nos impide mirarnos y reconocernos como hermanos y hermanas, hijos e hijas amadas por Dios.

El fuego del que nos habla Jesús es símbolo de destrucción de lo antiguo, de los poderes políticos, religiosos, económicos, de nuestras pequeñas cuotas de poder, ambiciones y egoísmos que oprimen, quitan los sueños, las esperanzas y la dignidad a los pequeños, los empobrecidos, los predilectos de Jesús.

El fuego es, también, Ruah, Espíritu Santo, creador, santificador. Es la fuerza que tenemos que invocar.

El fuego es, también, Ruah, Espíritu Santo, creador, santificador

Ser discípulos y discípulas de Jesús no es fácil, porque cuando optamos y nos comprometemos con la construcción del Reino de Dios en la tierra, encontramos obstáculos, división.

La Buena Noticia de Jesús siempre incomoda a los que no queremos cambiar y nos dejamos llevar por la injusticia, la violencia y la corrupción. Nos negamos a cambiar porque nos sentimos cómodos con el vestido del hombre viejo.

Porque creemos en Jesús y su Buena Noticia, es nuestra tarea y misión luchar para que los valores del Reino de Dios se hagan realidad y surja un mundo nuevo donde reine la paz, esa paz que nos deja y trae Jesús, esa paz que es activa, que nace desde la justicia.

No es buen seguidor(a) de Jesús quien cómodamente vive cuando aún no hemos logrado dar de comer a todos los hambrientos, ni garantizados sus derechos a todas las personas, cuando ni siquiera hemos terminado con las guerras y sus instrumentos de muerte.

Hay tanto por hacer para llegar a construir un mundo, un país, más humano. En este empeño nadie sobra, hay que poner todos nuestros talentos y esfuerzos para que podamos tener una vida digna, una vida que merezca ser vivida.

Hoy, en nuestra sociedad, es el tiempo oportuno que nos permitirá transformar la vida, darle un nuevo sentido a las relaciones e instituciones de nuestro país. Es el tiempo del compromiso, la acción, la alegría y la esperanza.

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