El poder de Dios toma su tiempo para actuar constantemente, por eso es necesario ver con perspectiva para descubrir cómo el poder de Dios es una realidad que nos acompaña.
No es ingenuo pensar que en nuestro mundo conviven muchos poderes. El político, el económico o el social entre otros muchos, y así en todos los grupos humanos sin importar el continente. Estos poderes permiten influir en la vida de las personas. Sin embargo, estos poderes no permiten conseguir todo. Por mucho dinero que tengas no puedes comprar el amor de una persona, por mucha presión que impongas habrá conciencias que no logres cambiar, y por muy guapo que seas no lograrás caer bien a todo el mundo. En cambio, Dios, que es amor, está por encima de todos esos poderes. El pueblo judío descubrió poco a poco que el Dios del amor se imponía al resto de pueblos que ponían sus esperanzas en el dinero o en la violencia. Por medio del amor, todo es posible.
Dios es todopoderoso, sí. Quizás de un modo distinto, no como los superhéroes o como nosotros solemos proyectar con nuestra simple imaginación. Y no porque no pueda, sino porque Dios Padre no va a contradecir las leyes de la naturaleza que también Él hizo y que tienen su sentido en la Creación. Más bien es la capacidad de transformar los corazones —algo que incluso puede ser más difícil— y seguir así animándonos para continuar su obra, vivir desde el amor y luchar por su Reino, porque el amor puede cambiarlo todo. El problema es que a veces confundimos los modos de hacer de Dios con los del ser humano, creando así un problema serio de entendimiento. Es todopoderoso porque habita en todas las realidades de nuestra vida.
Se nos olvida a menudo que hay un factor determinante para ver cómo es el poder de Dios: el tiempo. Dios no actúa por arte de magia, sino que lo hace poco a poco. Miremos el tiempo que tarda en formarse un paisaje, un árbol o una persona. El poder de Dios toma su tiempo para actuar constantemente, por eso es necesario ver con perspectiva para descubrir cómo el poder de Dios es una realidad que nos acompaña.
A veces es tan sencillo como descubrir que cuando ponemos nuestra confianza en Dios, sacamos nuestra mejor versión y podemos hacer cosas que nunca hubiéramos imaginado.
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Fuente: https://pastoralsj.org