Tras la carta del Papa Francisco a Chile

Sr. Director:

Por intermedio de sus páginas, deseamos hacer llegar una reflexión al diaconado permanente, que creemos que puede ser de interés para el pueblo católico.

Tras leer la Carta en que nuestro Papa se ha dirigido a Chile, creemos que lo adecuado es no recargarle a él la mano preguntándole qué debemos hacer. Todo lo contrario, cada uno en su lugar debe preocuparse de preparar al Pueblo de Jesús para las nuevas tareas que habrá de asumir, en esta nueva etapa que comienza a transitar.

De partida, debe iniciar la comprensión de lo que verdaderamente significa ser Pueblo de Jesús, concepto que se ha disminuido en función de destacar lo clerical. Se debe iniciar la comprensión de qué significa ser cristiano y cómo eso fue destacado por Cristo en su vida.

Nuestra tarea comienza hoy. Tenemos que fortalecer el sentido de nuestra acción de diáconos, demostrándoselo al resto del Pueblo. El Reino de Dios, no está encerrado entre cuatro paredes, pues está en el mundo, que es donde el diácono debe transitar, buscar y encontrar a los desplazados, a los heridos, a los olvidados, a los excluidos. Para Jesús, el mundo debe ser Templo de amor, compañía y ayuda.

El Espíritu quiere consolidar en este pasaje de la historia el concepto de «servicio», que debemos hacer plenamente nuestro. Es la esencia de la Iglesia de Cristo. Lo debemos atesorar todos quienes componemos el Pueblo de Jesús para compartirlo con el resto del mundo.

Todo el Pueblo de Jesús conforma una empresa de servicio, cuya materia prima es el Espíritu, mineral que se extrae o proviene de una mina inagotable y que denominamos Dios. A los componentes de ese Pueblo debemos testimoniar que todos somos servidores de nuestro prójimo y que el rito de practicar su mandamiento «de amar al prójimo» lo desarrollaremos, en el hogar, en el vecindario, en la escuela, en el lugar de trabajo. En estos lugares comulgaremos con él.

Es la evolución trascendental, que hemos comenzado a vivir con Francisco, nuestro Obispo de Roma: Salgan a caminar y lleven a Jesús. Nuestra oración, deben ser obras concretas, de amor al prójimo, no solo intenciones. No prediquemos la pobreza, vivamos la pobreza acompañando al pobre. No prediquemos la compañía, practiquemos el acompañamiento. No prediquemos la exclusión, conozcamos lo que es ser excluido y abandonado. Así se podrá testimoniar la misericordia, mandamiento del Padre a Jesús, de Jesús a nosotros.

Un pensamiento a compartir, en estas horas de transición.

Germán Flamm, Óscar Letelier y Alejandro Salas

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