Uganda: curación y reconciliación

Para las comunidades que tienen una larga historia de violencia, la construcción de la paz y el apoyo psicosocial deben ser parte de cualquier protocolo de intervención humanitaria.

El pasado noviembre, una pelea a puñetazos entre dos estudiantes de una escuela de Maaji III, uno de los asentamientos de refugiados en el norteño distrito de Adjumani, Uganda, resultó en la muerte de uno de ellos.

Los muchachos pertenecían a dos comunidades étnicas diferentes de Sudán del Sur: la Ma’di y la Latuka. Como consecuencia de este trágico incidente, se inició una escalada de violencia entre las dos comunidades que las autoridades locales trataron de contener por todos los medios y que solo se detuvo tras la intervención del abuelo del muchacho fallecido.

Mientras tenían lugar los incidentes, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) estaba llevando a cabo un taller de construcción de paz para facilitadores de paz comunitarios en Pagirinya, otro asentamiento de refugiados no lejos de Maaji III. El taller lo estaba impartiendo el P. Martin Vuni, responsable de un equipo de Friends of Kids and Youth International (FKYI).

Una semana después, convocadas por los comandantes del campamento, las dos comunidades se reunieron para hablar de reconciliación. Las agencias de ayuda internacional que trabajan en los asentamientos para refugiados también estuvieron presentes. Invitado por el comandante del campamento, el P. Martin dejó el taller que estaba dirigiendo para ayudar y mediar en el encuentro. Durante siete horas, la gente se sentó y habló sobre lo que sucedió y expresó su deseo de hacer las paces. Al concluir la reunión, las dos comunidades se habían reconciliado y estaban listas para volver a vivir juntas.

Se aprendieron lecciones importantes durante este proceso. En situaciones como esta, hay cuatro pasos que deben tomarse en el camino hacia la reconciliación. Primero, las dos comunidades tuvieron que renunciar a la violencia, y esto sucedió tras la intervención del abuelo del joven fallecido. El segundo paso fue conciliar la narración de las dos partes. Esto también fue posible porque ambas coincidieron en que lo sucedido fue un accidente. La muerte del muchacho no había sido premeditada y no tenía una motivación étnica. El tercer paso fue cruzar el puente que les separaba. Las dos comunidades lo cruzaron y estrecharon sus manos. Este gesto simbólico fue importante. Por último, la reconciliación solo puede mantenerse si hay una transformación de la situación causante de la violencia. Este es el paso más importante. Significa que los muertos deben ser asumidos y honrados por ambas partes, incluida la escuela. Por lo tanto, siguiendo una recomendación del P. Martin, las dos comunidades acordaron reunirse en el momento apropiado para llorar al muerto y recordar a todas las víctimas de la violencia.

La coexistencia pacífica es una prioridad de ACNUR y del gobierno de Uganda a través de su organismo de coordinación de la Oficina del Primer Ministro (OPM). Aunque 233.654 refugiados han sido ubicados en 19 asentamientos del distrito de Adjumani, los conflictos interétnicos entre los refugiados de Sudán del Sur siguen, agravados por la escasez de recursos, y eso complica el reparto de tierras, el acceso a servicios sociales como la educación, la salud y las relaciones entre refugiados y comunidades de acogida.

El programa de construcción de paz del JRS es una tarea que va en la dirección correcta, pero aún se necesita más. Si bien la respuesta humanitaria generalmente no incluye la construcción de paz como una prioridad, la situación sobre el terreno sugiere que es necesario un cambio en este sentido. Para las comunidades que tienen una larga historia de violencia, la construcción de la paz y el apoyo psicosocial deben ser parte de cualquier protocolo de intervención humanitaria.

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Fuente: http://es.jrs.net

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