Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, las niñas refugiadas tienen solo la mitad de probabilidades de matricularse en la escuela secundaria que los niños.
Rosemary huyó de Sudán del Sur hace dos años, con apenas 19, por culpa del conflicto que asolaba a su país. Dejó atrás a la mayoría de su familia para buscar seguridad en la vecina Uganda. Hoy es estudiante de la Escuela Secundaria de Itula, en Moyo, en el norte de Uganda, en la frontera con Sudán del Sur. Cuando la conocí a principios de este año, me dijo que «la educación me proporcionará un futuro más brillante».
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, las niñas refugiadas tienen solo la mitad de probabilidades de matricularse en la escuela secundaria que los niños. Si bien Rosemary ha sabido enfrentarse a muchos problemas, todavía enfrenta numerosos desafíos. Para mantenerse a sí misma y a su abuelo paralítico, Rosemary hace tortitas y utiliza los ingresos que gana para pagar también sus propias cuotas escolares. Por otra parte, duerme en casa de una amiga durante la semana, porque el asentamiento de refugiados donde vive está demasiado lejos de la escuela.
La escuela de secundaria de Itula fue fundada con el apoyo del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) por la comunidad local, en 1996, en respuesta a las necesidades educativas de los refugiados que huían de la guerra civil de Sudán. El gobierno local se hizo responsable de la escuela en 2005, cuando muchos refugiados comenzaron a regresar a su país al calmarse el conflicto. En 2017, comenzó a llegar una nueva oleada de refugiados de Sudán del Sur y la necesidad de que Itula sirviera a la población refugiada se hizo cada vez más crítica.
Hoy, la escuela tiene 1.420 estudiantes, de los cuales 1.179 son refugiados de Sudán del Sur. De estos estudiantes, el 42 por ciento son niñas. Lo que hace que Itula sea especial es el apoyo que ha recibido de la comunidad local, maestros y administradores dedicados, e iniciativas como “La Educación no puede esperar” (ECW, por sus siglas en inglés) que han invertido en la rehabilitación de la escuela para satisfacer las necesidades de los estudiantes.
“La Educación no puede esperar” es el primer fondo mundial dedicado a la educación en emergencias para atender las necesidades educativas urgentes de 75 millones de niños y jóvenes que viven en situaciones de conflicto y crisis. Hasta la fecha, el ECW ha llegado a 1,3 millones de niños y jóvenes en sus primeros dos años de funcionamiento y se ha propuesto movilizar 1,8 mil millones de dólares para la educación en entornos de crisis para 2021.
En 2018, el JRS utilizó una subvención de “La Educación no puede esperar” para construir nuevas aulas, dormitorios para niñas, alojamiento para el personal, letrinas segregadas por género y un incinerador para productos sanitarios. Algunas de estas mejoras ayudan a abordar los desafíos específicos que enfrentan las niñas, que el JRS describió en un informe reciente presentado bajo el título “El futuro de ellas: desafíos y recomendaciones para aumentar la educación de las niñas refugiadas”. Entre estos retos están las largas distancias para llegar a la escuela más cercana y las preocupaciones relacionadas con la seguridad, la falta de materiales higiénicos y de instalaciones sanitarias.
Estos cambios en positivo han tenido un tremendo impacto en la mejora de la calidad de vida de estudiantes, docentes y la comunidad en general de Itula. Sin embargo, algunas estudiantes me hablaron sobre áreas en las que esperan más cambios. Evaline, una estudiante de 17 años de la Escuela de Secundaria de Itula, me dijo: «Necesitamos poder hablar, compartir nuestros problemas con los demás, así es como encontraremos la valentía». Crear clubes sociales y brindar oportunidades de asesoramiento para que las niñas puedan compartir, debatir y defender sus necesidades es otra forma importante de invertir en una educación de calidad para las jóvenes refugiadas. Muchas veces, estas sufren niveles de trauma o violencia como consecuencia de su desplazamiento. Promover un entorno de aprendizaje seguro y protector para las niñas es fundamental para garantizar su éxito en la escuela.
Las organizaciones de la sociedad civil, incluida el JRS, se han unido para expresar su apoyo a “La Educación no puede esperar” mientras trabajan para lograr su objetivo de apoyar una educación de calidad para los cerca de 9 millones de niños que viven en algunas de las peores crisis humanitarias del mundo. Solo aunando los esfuerzos de actores internacionales de ayuda humanitaria y de desarrollo, junto con donantes públicos y privados, podremos seguir atendiendo las necesidades de estudiantes como Rosemary y Evaline, y de millones de otros jóvenes afectados por conflictos y violencia.
* Esta historia fue publicada originalmente por Giulia McPherson en Global Campaign for Education de los Estados Unidos.
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Fuente: https://jrs.net/es