Un largo invierno eclesial

Sr. Director:

La Iglesia católica de Chile, antes admirada y respetada y que diera un testimonio evangélico indiscutible, hoy es rechazada por el 80% de la población, de acuerdo a las encuestas. ¿Qué ha sucedido para experimentar un cambio tan drástico? Ha vivido con cierta obsesión por el poder y ha estado impermeable al devenir de la historia: no ha logrado, en rigor, estar verdaderamente abierta a discernir los signos de los tiempos para interpretar las necesidades humanas, sociales, éticas, religiosas y espirituales de los cristianos. Dicho de otro modo, pasó de una pastoral que entendía la promoción humana integrando la evangelización, a un ejercicio del poder que distanció a la jerarquía de los cristianos más conscientes.

Hoy atraviesa un largo invierno eclesial, del cual no saldrá si no se adoptan decisiones valientes y abiertas a la comunidad. Es, por ejemplo, indispensable cambiar las estructuras de poder, facilitando la participación de la comunidad en la forma de elección de los obispos. Respecto de los abusos que nos han conmocionado en el último tiempo, los obispos no han dado señales de estar en una verdadera búsqueda de soluciones reales. Pareciera que están esperando que pase el tiempo para dar vuelta la página. No habrá solución si continúan en sus cargos los mismos que son responsables de los delitos denunciados. Es el autoritarismo internalizado en sus espíritus lo que les ha deformado la conciencia. En su visita a Chile, el Papa les dijo que «los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir “como loros” lo que les decimos».

La Iglesia es el Pueblo de Dios y no la élite de consagrados y presbíteros. Al menos, como corolario de la crisis de la Iglesia, hoy es inadmisible cualquier actitud condenatoria, agresiva o autoritaria con quienes piensan por sí mismos o tienen dificultades para sobrellevar el peso de sus límites. ¿Cuál es la solución? En la ocasión antes señalada el mismo Papa recalcó que «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual». Hay que ir a la Palabra de Dios, actualizada por el Concilio Vaticano II, por Medellín, por Puebla y por la palabra y el testimonio de tantos apóstoles generosos que transmiten el Evangelio a través de su testimonio y que son marginados por quienes han convertido a la Iglesia católica en una «cueva de ladrones».

Hervi Lara B.

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