Jesús no posterga la dignidad, hace presente el Reino de inmediato, en medio del sufrimiento.
Domingo 23 de noviembre de 2025
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 23, 35-43.
Jesús les mostró con un ejemplo que debían orar siempre, sin desanimarse jamás:
«La gente estaba allí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: «Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, ya que es el Mesías de Dios, el Elegido».
También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vino agridulce, diciendo: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Porque había sobre la cruz un letrero que decía: «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores que estaban crucificados con Jesús lo insultaba: «¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y también a nosotros!».
Pero el otro lo reprendió diciendo: «¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?».
«Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho, pero este no ha hecho nada malo». Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino».
Jesús le respondió: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso».
Este domingo 23 de noviembre, comunidades cristianas de todo el país cerrarán el ciclo C del calendario litúrgico, con la escena en que Lucas presenta escenas previas a la crucifixión de Jesús y su palabra al malhechor arrepentido.
Este domingo coincide con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, una celebración que invita a mirar más allá del poder y la gloria, hacia el gesto humilde y compasivo del Cristo crucificado.
En el texto, Jesús aparece expuesto al escarnio, acompañado por dos condenados. Uno lo desafía. El otro lo reconoce. Y Jesús, sin trono ni corona, responde con una promesa: «Hoy estarás conmigo».
Para muchos creyentes, esta escena marca el cierre de un ciclo y el inicio de otro: el tiempo de Adviento. Adviento que es mucho más que una espera simbólica. Es una preparación activa para que Jesús «vuelva a nacer» en cada corazón que lo busca con sinceridad, en cada gesto de ternura, en cada comunidad que transforma el dolor en esperanza.
En el evangelio de Lucas contemplamos el desprecio social hacia Jesús. ¿Cuántas veces, a lo largo de nuestras vidas, las mujeres hemos sentido nuestra dignidad volverse invisible ante los ojos de quienes ostentan poder? Somos discriminadas, silenciadas, desvalorizadas. Podemos identificarnos con el crucificado porque, como mujeres de ayer y de hoy, cargamos nuestras propias cruces: las llevamos desde la incomprensión, el juicio y la marginación, incluso dentro de nuestra propia Iglesia, por parte de clérigos que se sienten superiores solo por ser varones.
Sin embargo, este texto que comienza mostrando el dolor y lo peor de la sociedad —de entonces y de todos los tiempos— da un vuelco inesperado. Uno de los malhechores reconoce a un hombre justo en Jesús, no ve mancha en Él, y le clama por habitar el Reino que no conoció en esta vida marcada por sus errores. Acude a la misericordia infinita de Jesús, que encarna el amor del Padre. En su último momento, se convierte: reconoce su culpa y, con un corazón confiado, suplica: «Jesús, acuérdate de mí…».
Jesús responde desde las entrañas vulnerables de un crucificado, desde la misericordia visceral —splagxna, splazonai— que brota de lo más profundo de su ser. Dimas, desde el margen, se atreve a pedir ternura y nos muestra que incluso en el último momento, desde la cruz, puede brotar el Reino. Su fe es confianza desnuda. Y Jesús responde con una promesa que no exige nada más que esa apertura: «Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso».
Ese «hoy» es un presente total, no después del purgatorio, no al final de los tiempos. ¡No! Jesús no posterga la dignidad, hace presente el Reino de inmediato, en medio del sufrimiento.
Las mujeres, tantas veces relegadas al «después», al «cuando sea su turno», encontramos en este «hoy» una afirmación de nuestra dignidad aquí y ahora. No hay que esperar para ser reconocidas, el Reino inicia en el acto de ser vistas con ternura.
Las mujeres, tantas veces relegadas al «después», al «cuando sea su turno», encontramos en este «hoy» una afirmación de nuestra dignidad aquí y ahora.
Jesús del madero, desde donde todo parece perdido y sin esperanza alguna, «oíste y respondiste sin condiciones». Hoy en que te celebramos como Jesucristo Rey,
que reinas desde la entraña del mundo herido.
que tu corona no brilla, sangra.
que tu poder no domina, transforma.
que tu universo no es imperio, es comunidad.
que, en Dimas, ves a cada uno de los muchos a los que no se quiere ver.
Las mujeres te decimos,
Jesús, tú sí nos ves
Jesús, tú nos das esperanza hoy,
Tú nos consideras e incluyes,
Tú quieres que formemos parte de tu Reino.
Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.