Un solo mundo, por más que no lo veamos

El mundo mira a África con cierta preocupación, y no por los problemas endémicos que llevan azotando durante décadas la vida de millones de sus habitantes a través de la pobreza, el hambre y la violencia, más bien por la aparición de una nueva variante que se convierte en la enésima vuelta de tuerca de una pesadilla que todavía está lejos de acabar. Nuestra triste experiencia nos dice que lo que parecen casos esporádicos, en unas semanas nos puede complicar la existencia, y no es exagerado afirmar que muchos de nosotros estamos ya bastante agotados.

A estas alturas sabemos que nuestro mundo globalizado tiene aspectos positivos y cientos de oportunidades, pero que también conlleva asociados otros tantos riesgos que conviene tener en cuenta porque ya no hay vuelta atrás. Hoy en día, lo que ocurre en una parte del planeta afecta al resto del globo, porque como insiste el Papa Francisco en Laudato si’: «Todo está conectado». Y lo que sucede en China afecta a Europa y a cualquier otro país del mundo, y viceversa. Algo que se ve más claro en otras realidades como son la ecología, el comercio, las guerras o los recursos energéticos, y así en otras tantas dimensiones. La dificultad es que esto también se aplica a los remedios, pues no aplicar soluciones globales a problemas globales solo lleva a poner parches transitorios a un dolor de cabeza que no se resuelve solo. Es más, me atrevería a decir que las soluciones locales para problemas globales calman el dolor de forma transitoria en algunos lugares del mundo, aunque con el tiempo suelen sembrar frustración y demasiada desesperanza.

En mi humilde opinión, con las estadísticas que tenemos y con tantos muertos de por medio, dudar de la eficacia objetiva de las vacunas tiene bastante de insensatez, algo de ingenuidad e incluso una pizca de mala leche. Sin embargo, la apuesta de gran parte de los países de Occidente por centrar sus esfuerzos únicamente en ellos mismos y olvidarse de otros países que no disponen de tantos recursos puede provocar que surjan nuevas variantes —este puede ser un ejemplo claro— y que el enemigo siga a las puertas por más PCRs, restricciones y campañas de vacunación que podamos realizar. La solución para esta pandemia —y para otros tantos retos globales— solo llegará si se plantean respuestas coordinadas y globales donde todos estén incluidos, porque evidentemente la humanidad solo estará a salvo cuando cada persona de este planeta esté sana y salva.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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