Una ley ciega, sorda e inútil

Sr. Director:

Cuando en el Hogar de Cristo terminábamos de redactar nuestras propuestas de políticas públicas en materia de consumo problemático de alcohol y drogas para entregarlas a los candidatos presidenciales, explotó la terrible noticia del suicidio de un alumno del Colegio Alianza Francesa, semanas después de haber sido sorprendido fumando marihuana en el baño del establecimiento.

Todos quienes trabajamos seriamente en este tema sabemos cuán clave es puntualizar que no se puede establecer una relación causal entre la sanción del colegio y el suicidio del joven. Sin embargo, es imposible no reflexionar sobre la manera en que está construida nuestra legislación. La ley N° 20.000 se sostiene en la creencia a ojos cerrados de que el problema de las drogas se resuelve dentro del dominio de lo penal, concepto absolutamente contraterapéutico, además de violento y peligroso, como se hizo evidente con crudeza a la luz de este caso.

Llevamos más una década trabajando en Fundación Préntesis en un tema al que entonces se denominaba «adicción» y hoy se llama «consumo problemático». Esta no es una mera cuestión semántica. Es un cambio de paradigma en los tratamientos. En el año 2008 trajimos por primera vez al doctor en psicología Andrew Tatarsky, quien en Estados Unidos desarrolló la Psicoterapia de Reducción de Daño, como alternativa de salud pública a los modelos que criminalizan el consumo, descalifican moralmente a quienes consumen y consideran que el uso de drogas es una enfermedad.

Nosotros suscribimos el Modelo de Reducción de Daño, con principios psicoterapéuticos de aceptación incondicional y empatía. Considera que para muchas personas el uso de drogas es un intento de autocuidado, que revela una forma de hacer frente a vidas cargadas de dolor; promueve su participación en el establecimiento de los objetivos del tratamiento; asume una concepción ética respetuosa de derechos individuales, y rechaza que la abstinencia sea la única meta aceptable en los tratamientos, aunque sí la propone como meta posible.

La evidencia nos demuestra que las personas que tienen consumos crónicos y compulsivos suelen acarrear historias de traumas, abusos, situaciones críticas, donde las drogas y el alcohol surgen como una solución. El consumo es una mala solución a la que recurren personas que no tienen otra salida. Es lo que sucede con quienes viven en situación de calle, donde el alcohol asoma como la única manera de sobrellevar su condición. Puede ser también el caso de un adolescente desorientado, solitario, presionado.

No sabemos y no le corresponde a nadie especular sobre qué fue lo que le sucedió a este joven. «Sufría de tristezas que lo asediaban y que nadie supo ver. Le fallamos todos», concluyen sus compañeros en una conmovedora carta pública. Efectivamente, le fallamos como sociedad y le falló el Estado; a él y a todos quienes padecen los efectos de una ley inadecuada, la 20.000, que resulta urgente modificar.

Carlos Vöhringer — Psicólogo y director de Fundación Paréntesis

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