Venezuela: Dolarización perversa y deformación de la economía

Una mayor capacidad para la emisión irresponsable de dinero, pues cada vez que se deteriora el cambio oficial las autoridades pueden emitir más dinero.

En el mercado los mecanismos auto-reguladores nunca dejan de funcionar, con sus fallos propios y con los recreados por la mala conducción de la política económica. En nuestro país vivimos lo peor de ambos mundos.

Bajo condiciones en las cuales el dinero de curso legal deja de servir como mecanismo de comparación del precio de los bienes y servicios, de instrumento para pagar o recibir pagos y de refugio temporal de valor, su preferencia disminuye y otros medios comienzan a suplir las funciones perdidas, como lo son actualmente en Venezuela el dólar americano, el peso colombiano, granos de café, “grama”, como se llama a los gramos de oro, y cualquier otro bien duradero susceptible de ser fragmentado.

La única cosa común es que la base de comparación del precio de todo se expresa en dólares y la tasa de canje referencial se alinea con las cotizaciones de mercados marginales que a su vez sirven de marcadores para la fijación del dólar DICOM. El círculo se completa con una mayor capacidad para la emisión irresponsable de dinero, pues cada vez que se deteriora el cambio oficial las autoridades pueden emitir más dinero.

En un contexto de desinformación, de manipulaciones inconscientes y voluntarias, de crispación y estrés, la economía se deforma pues las alzas de precios de los bienes y servicios dejan de operar como alicientes para aumentar la oferta. La asfixia regulatoria que pesa sobre el mercado suma costos de transacción: hay que pagar a gestores de escasez, de seguridad jurídica y de toda naturaleza, y someterse a un poderoso sector informal con poder de negociación para fijar los precios que le venga en gana y cobrar por anticipado servicios de dudosa calidad.

Por ejemplo, las diferencias entre el retorno de quienes agregan valor en la producción de lácteos y sus derivados es realmente insignificante frente al pesado cúmulo de extractores de renta que pululan a lo largo de la cadena de producción y de logística, transporte, distribución y ventas. Quienes agregan valor ven erosionar su capital de trabajo con ciclos de caja superiores a 45 días entre el momento de pagar y el momento en que se cobra.

Bajo un mecanismo de regulación sujeta a evaluación previa de impacto, un diferencial (en dólares) de costo laboral de más de 1.257% entre Colombia y Venezuela y un diferencial entre el precio de bienes transables 17% más caros en Venezuela, activaría la igualación del precio de los bienes y del costo de los factores (Heckscher-Ohlin), aumentando la producción de esos bienes y conjeturalmente inutilizando el mecanismo propagador de la inflación.

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Fuente: http://revistasic.gumilla.org

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