Venezuela: Nuestra misión

Una de nuestras tareas es mantener narrativas de esperanza en medio de la crisis humanitaria que vivimos. El país está colapsado, pero seguimos apostando por la protección de la vida en común de quienes nos quedamos aquí.

En la actualidad el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) – Venezuela está atendiendo la situación de crisis humanitaria que atraviesa el país. Principalmente esta crisis es reflejo de: políticas económicas erróneas, una violencia social que desangra a las familias venezolanas y la ruptura de la institucionalidad del Estado. Estos elementos han llevado a miles de venezolanos a emigrar.

Desde 2015, en el JRS–Venezuela se consideraba urgente e importante comenzar a trabajar en función de la situación interna en el país y así reorientar la misión de acompañar, servir y defender a población venezolana en contextos de violencia social y en condición de movilidad forzosa.

La vida cotidiana en el país es expresión del daño antropológico causado por la desinstitucionalización y la impunidad evidenciadas en elevados niveles de delincuencia social, saqueos, linchamientos, proliferación de bandas de crimen organizado y otra serie de sucesos que van elevando la conflictividad social y la violencia. La resolución del conflicto pasa por la violencia, lo cual ha roto la relación social construida en Venezuela, a través de la cual se solucionaban los problemas: el diálogo. El daño antropológico ha desdibujado la dignidad del venezolano.

En el JRS–Venezuela hemos comprendido que las acciones de protección las construimos comunitariamente y tejiendo lo social y lo humanitario en un mismo hilo, porque, en parte, la crisis humanitaria venezolana está mostrando una ruptura en lo humano de nuestras relaciones de convivencia. Ahora bien, nuestra misión en el país está enfocada en cómo recuperamos los espacios sociales para la restauración de vínculos de confianza hacia el otro, donde la violencia se vaya transformando en convivencialidad y cohesión social. Y, sin perder la mirada en lo urgente (migración de miles de venezolanos), apostamos por fraguar una nueva red de relaciones comunitarias y humanas, capaces de reconstruir vínculos de reencuentro humano y de solidaridad social.

Una de nuestras tareas es mantener narrativas de esperanza en medio de la crisis humanitaria que vivimos. El país está colapsado, pero seguimos apostando por la protección de la vida en común de quienes nos quedamos aquí. Podemos mencionar dos experiencias significativas que han fraguado el hilo social y humanitario en las comunidades que acompañamos con nuestro trabajo.

La primera experiencia tiene que ver con cómo somos capaces de juntarnos en la comunidad para construir nuevos lenguajes de paz y humanidad. De ese modo, logramos tres acciones comunitarias que hemos denominado “Caravana cultural por la hospitalidad en la comunidad”. Estos encuentros nos permitieron, a través de la cultura, juntarnos en los espacios públicos para recuperar la común unión en comunidad, para construir espacios de convivencia alrededor del diálogo y la cultura de paz.

La segunda experiencia la hemos denominado “Talleres de cocina creativa”. Estos espacios protectores con mujeres, los hemos diseñado como una respuesta a la crisis humanitaria del país. Se trata de convocar a madres preparadoras de alimentos de escuelas donde trabajamos, para mostrarles nuevas maneras de preparar dichos alimentos con lo poco que tienen, y así dar de comer a los estudiantes en las escuelas. Han sido espacios protectores que han ayudado a que las mujeres puedan compartir no solo cómo preparar comida en medio de la escasez, sino que han permitido construir modos esperanzadores de responder a la crisis humanitaria sin violencia. Se trata de hablar del país, pero con esperanzas. Y esto lo han logrado las mujeres. Ellas están ayudando al JRS–Venezuela a pensar en el presente y en el futuro.

Ambas experiencias nos llevan a decir que es posible reconstruir el tejido social en medio de situaciones de crisis humanitarias. El JRS–Venezuela se hace portador de narraciones y acciones esperanzadoras, porque queda construir el país que soñamos todos los venezolanos. El horizonte compartido es que en Venezuela podamos vivir todos, que todos quepamos; ese horizonte permitirá decirles a quienes se han ido que los necesitamos, y además que podemos construir la Venezuela humana, en paz y solidaria que todos los venezolanos soñamos.

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Fuente: http://es.jrs.net

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