Volver a ser la Iglesia de todos los días

Padre Director:

Ya es un lugar común decir que la carta de Francisco a los obispos chilenos sobre abusos sexuales es histórica. Y lo es, porque hemos estado acostumbrados a escuchar de la infalibilidad papal, que en realidad corresponde a otros temas y situaciones muy específicas. Resulta conmovedor observar al Papa decir «me equivoqué, pido perdón». ¿Y en qué se equivocó? No en la carencia de información, porque la tuvo. Su error es, como lo dice, de «valoración y percepción» de la información. ¿Qué más conmueve? La humildad para reconocer el error. Estamos acostumbrados en nuestra Iglesia que, ante el error, se justifica. En ese sentido, la enseñanza del Papa es muy pedagógica.

En esa misma línea conmueve también que, haciendo lo que no hizo nuestra Jerarquía, invita a las víctimas a reunirse con él. Es el comienzo de la sanación de las heridas.

Ciertamente, tras la carta las expectativas están puestas en la reunión del episcopado chileno con el Papa en Roma. Allí, deberían darse más pasos sanadores.

Las decisiones que deben venir, aunque misericordiosas, pasan por la renuncia de más de un obispo. A ello debe sumarse la pronta designación de los sucesores de quienes ya están renunciados por edad o salud y el nombramiento de los auxiliares que se requieren. Con todo, es posible la renovación gradual, pero pronta, de hasta un tercio del colegio episcopal chileno. Se trata de una oportunidad para conseguir una Iglesia con mayor densidad pastoral. Ya no basta tener cuidado administrativo, custodiar el depósito de la fe o la pulcritud en lo sacramental o litúrgico. Se necesita pasar de una Iglesia con el clero concentrado en el barrio alto a una preocupada también de los pobres. Con verdadero protagonismo laical. Es necesario volver a algo esencial: ocuparse de manera misericordiosa (al estilo de Jesús) de los fieles y de toda persona humana. Abandonar la pretensión de superioridad moral. Volver a ser esa «Iglesia de todos los días» de la que hablaba el padre Gumucio.

¡Ojalá sople fuerte el Espíritu Santo!

Guillermo Sandoval

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