Seguimos pagando los excesos de una época en donde era más fácil anunciar a un Dios juez que a un Dios amor.
No es exagerado afirmar que el cine y literatura no han ayudado mucho a la hora de tener una idea adecuada del juicio final, tampoco muchos religiosos que han recurrido al miedo como forma de incentivo para conducir a los fieles hacia una vida ordenada y santa. No debemos olvidar que el «jarabe de palo» no solo no ayuda a anunciar el Evangelio, sino que es contraproducente. Desgraciadamente seguimos pagando los excesos de una época en donde era más fácil anunciar a un Dios juez que a un Dios amor.
Y es que todos, vivos y muertos, pasaremos delante del Padre, pero no para tener un juicio donde salgan a la luz todas las facturas que dejamos por pagar. Me gusta pensar que será todo lo contrario, una conversación en la que se desvelará todo el amor que fuimos capaces de dar. Aunque también en la que caeremos en la cuenta de tanto que dejamos pendiente. O como en aquel pasaje de Mateo 25: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis. El momento en el que nos demos cuenta de cómo fuimos transparentes al amor de Dios, y que, en ese momento, el propio Jesús será nuestro abogado defensor. Un juicio que será más abrazo que proceso. El juicio es el momento de caer en la cuenta de lo que hemos vivido. Quizás será duro ver que pudimos hacer más. O que en algún momento amamos mal. Pero es que el juicio también implica aceptar que en el fondo no somos perfectos. Nadie. Y sobre todo que Dios tiene en cuenta todo lo bueno que hacemos, porque a veces nos da pensar que todo el bien que hacemos cae en saco roto. Aunque en nuestra vida se entremezcla el trigo y la cizaña, al final Dios, en su infinita misericordia, sabe sacar lo bueno de cada vida.
Quizás para mí, esta oración de Pedro Casaldáliga es la que mejor define este momento, al menos si seguimos creyendo en el Dios del amor:
Al final del camino me dirán:
—¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres.
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Fuente: https://pastoralsj.org