«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá»

Poner la esperanza en Jesús y entender que quien cree en él, aunque muera, vivirá eternamente.

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
Domingo 2 de noviembre
Evangelio según san Juan 11, 17-27.

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».

Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».

Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Este pasaje del Evangelio narra el encuentro entre Jesús y Marta tras la muerte de Lázaro, y contiene una de las declaraciones más radicales del Evangelio: «Yo soy la resurrección y la vida». Invita a cada creyente a poner la esperanza en él y entender que quien cree en él, aunque muera, vivirá eternamente.

Jesús llega a Betania cuatro días después de la muerte de Lázaro en un ambiente de muerte, luto y espera frustrada. Marta lo confronta con dolor y fe.

Jesús llega tarde en tiempos humanos, estos tiempos nuestros de la intervención inmediata, de vivir «al toque». Parece mostrarnos que para transformarnos requerimos traspasar cada duelo. Cuatro días de luto lleva Marta. Esta demora puede leerse como crítica a los modelos actuales de intervención inmediata, mostrando que nuestra transformación requiere habitar el dolor sin huir del sufrimiento.

Marta, afligida por la muerte de su hermano, expresa una fe que está en conflicto. Sabe que Jesús pudo haber evitado su muerte, aunque también cree en la resurrección futura. Su fe no es ingenua, nace del duelo, del reclamo, del amor. Su confesión de fe puede leerse como una resistencia simbólica frente a la muerte y el abandono.

Esa fe de Marta, hoy en Jesús Resucitado, es Esperanza para nosotras. Hemos sido resucitadas del pecado, del rencor, de las malas prácticas. En favor de la justicia, la misericordia, la paz, el cuidado de nuestra casa común, el cuidado de la vida. Estamos llamadas a vivir la Resurrección que nos fue dada a través de la Muerte y Resurrección de Jesús.

Esa fe de Marta, hoy en Jesús Resucitado, es Esperanza para nosotras.

«Señor, si hubieras estado aquí…». Es el grito de Marta y también el de las madres, hermanas, hijas, familiares, quienes reclaman presencia, verdad y reparación de cada detenido desaparecido. Jesús le resucita diciendo: «Lázaro, sal fuera». Los familiares les resucitan en cada acto de memoria, en cada ritual de búsqueda, en cada grito colectivo que exige verdad. La resurrección de cada detenido desaparecido es su derecho a ser nombrado, llorado, recordado, dignificado.

Esperanzar es juntarse con otras y otros para hacer que la realidad cambie.

En memoria de quienes han muerto, construyamos esperanza de resurrección.

La cruz no fue el final. Fue el umbral.
Donde hubo muerte, brota vida.
Donde hubo silencio, canta la memoria.
Donde hubo abandono, renace el cuidado.


Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0