Abraza el momento

Solo cabe agradecer, y recordar ese momento. Seguramente ayude y te oriente volver a abrazarlo, dejando que vaya quedando su impronta.

Seguramente te ha ocurrido que al mirar de repente un reloj, el primer segundo te ha parecido más largo que el resto. Sobre todo si estás en clase, o esperando que llegue la hora de salir del trabajo. Sin embargo esto no se debe a la impaciencia, sino a que cuando movemos los ojos rápidamente entre dos objetos, se produce un cambio tan rápido que resulta incomprensible para el cerebro. Al no ser capaz de procesar esa información, la borra rellenando ese instante con el segundo objeto enfocado. De modo que la primera cosa que vemos después de un movimiento rápido de ojos nos parece estática en un principio, como en el caso del segundero en un reloj. Pero en seguida retoma su marcha y parece que el tiempo reemprende su ritmo normal.

En general pensamos que lo estático, inmóvil y sobrio es aburrido. Mientras que los cambios, el movimiento y las alteraciones nos resultan interesantes. A veces cambiamos porque nos cansa lo que ya hay, lo tenemos muy visto. Hay quien cambia de peinado, de ropa, de color de pelo… El aburrimiento nos aterroriza porque nos da la impresión de que estamos perdiendo el tiempo. Y no podemos perder tiempo, porque es el único que tenemos, y ni siquiera sabemos cuánto nos queda.

Por miedo a perderlo pasamos la vida rellenándolo y contándolo. Hacemos planes como con pavor a tener un hueco vacío en la agenda, intentamos no cerrar ninguna puerta y buscamos la alternativa de un ‘plan B’, por si algo falla. Por otra parte, narramos lo que hemos hecho en el día o durante el verano, y también contamos lo que pensamos hacer, los planes futuros, cómo pensamos rellenar el tiempo.

Sin embargo, muchas veces de manera inesperada, llega un momento.

Cuando el tiempo es como si dejara de existir, solo por un momento. Al escuchar una canción que nos toca el espíritu. Al hablar con el señor que pide limosna en el barrio. Al abrazar a una amiga que no veías desde hace mucho tiempo. Al dar un beso de corazón. Al escuchar la historia de una migrante. En el momento que sigue a recibir una noticia importante, de esas que marcan la vida…

Ocurre cuando se inserta lo incomprensible de la eternidad en el tiempo. Lo importante en esos momentos no se ve con los ojos, y en el momento, o cuando acaba, los cierras. Como abrazándolo, intentando aferrarte a él para que no pase. Pero vuelve el tiempo, que retoma su marcha dejando que el momento se asiente. Y tampoco puedes asegurar si es el momento el que ha pasado, o tú quien ha pasado por ese momento.

A partir de ahí solo cabe agradecer, y recordar ese momento. Seguramente ayude y te oriente volver a abrazarlo, dejando que vaya quedando su impronta, como una intuición en la que resuena la promesa de una vida en la que no existe el tiempo, solo existen momentos.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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