Adriano Ciocca: “La presencia de don Pedro Casaldáliga es un ánimo, una fuerza, una bandera”

En esta entrevista de Luis Miguel Modino de Religión Digital, Adriano Ciocca, obispo de São Félix do Araguaia, Brasil, habla de la vida de don Pedro Casaldáliga, español, y el impacto de su trabajo en la defensa de las comunidades vulnerables en Brasil.

Algunas personas se convierten en referentes, todavía más cuando su vida se prolonga en el tiempo. El 16 de febrero era esperado por todos los que han descubierto en Pedro Casaldáliga a alguien que ha encarnado los valores del Reino. No en vano, en ese día, el profeta de la esperanza cumplía 90 años.

Quien fue obispo de São Félix do Araguaia durante más de treinta años, se convirtió en un referente en la vida de los más pobres, no solo en la Prelatura a la que sirvió, sino en todo Brasil, e inclusive en el mundo entero. Alguien que siempre se definió a sí mismo como poeta, siempre tuvo en su pluma y en su boca la palabra que denunciaba y, al mismo tiempo, mostraba el camino a seguir.

En esta entrevista, monseñor Adriano Ciocca, actual obispo de São Félix do Araguaia, da un testimonio sobre la figura de don Pedro Casaldáliga, sobre lo que él representa en la vida de la Prelatura, donde junto con el equipo con el que siempre trabajó hizo que la presencia de la Iglesia fuese “algo no solo significativo, sino determinante”, hasta el punto de afirmar que “la Prelatura representó un baluarte en la defensa de los derechos e intereses de los pequeños, de los indígenas y pequeños propietarios”.

Casaldáliga apostó por una Iglesia en la que los laicos tenían un papel decisivo, asumiendo las propuestas del Vaticano II y de Medellín, una Iglesia que era un anticipo de aquella que hoy el Papa Francisco quiere hacer realidad. Eso provocó fuertes reacciones contrarias por parte de la propia Iglesia, nada diferente a lo que hoy sucede con el Obispo de Roma o lo que sucedió mucho antes con Jesús de Nazaret.

Vivir teniendo como referencia el Amor de Dios, provoca rechazo y persecución por parte de los que quieren mantener el orden establecido, muchas veces injusto y al servicio de los que mandan. En Pedro Casaldáliga siempre estuvo presente el objetivo de “entender el mensaje y el sueño de Nuestro Señor, y con la fuerza del Evangelio enfrentar aquello que impedía la plena realización de este proyecto, que es el proyecto de justicia, un proyecto de vida, y vida plena para todos”, como nos recuerda el actual obispo de São Félix.

A pesar de estar “extremamente limitado por el parkinson y también por la edad”, monseñor Adriano Ciocca reconoce en don Pedro Casaldáliga que “solo el hecho de estar vivo y estar presente en algunos momentos significativos de la Prelatura ya es un ánimo, una fuerza, una bandera, una señal que da valentía y anima en la caminada”. Nunca olvidemos que lo que habla más alto no son las palabras, sino el testimonio de vida.

Para el Valle del Araguaia ha significado que a partir de él y del equipo que se formó alrededor de él, la presencia de la Iglesia se convirtió en algo no solo significativo, sino determinante, con una serie de atenciones a la población. De hecho, fue la Iglesia de la Prelatura la que se preocupó, en primer lugar, de organizar un sistema de salud, de educación escolar, que incluía la formación de profesores. También fue la Prelatura la que dio las primeras nociones de las genuinas misiones que el equipo hacía en los diferentes regionales.

Desde este punto de vista, la Prelatura fue la primera que estructuró, dando un mínimo de condiciones de vida y de vida digna para los pequeños, los indígenas y los pequeños propietarios de tierra. También la Prelatura, en esta época de don Pedro, supuso y fue la referencia para los más frágiles, los marginados de la sociedad. Tanto que, ante el avance de las grandes haciendas, la Prelatura representó un baluarte en la defensa de los derechos e intereses de los pequeños, de los indígenas y pequeños propietarios.

Por eso, la Prelatura también adquirió un peso político bastante fuerte, que todavía es reconocido hoy en el Valle del Araguaia. También fue gracias a don Pedro y el equipo que trabajó con él que se hizo visible el problema del trabajo esclavo, fue allí donde comenzó la Comisión Pastoral de la Tierra y el Consejo Indigenista Misionero. En la Prelatura hubo un debate que tuvo como consecuencia un mayor respeto y atención a la cultura y la realidad de cada nación indígena.

—¿Podríamos decir que São Félix do Araguaia fue uno de los lugares donde se hizo realidad aquello que el Concilio Vaticano II apuntó y que hoy apunta de nuevo el Papa Francisco?

Claro que sí. Don Pedro llegó a la Prelatura y tres años después fue ordenado obispo y fue el primer obispo de la Prelazia, organizando una Iglesia que quería ser una Iglesia de comunidades eclesiales de base. Él también dio siempre un espacio muy grande para los laicos, para el laicado, de modo que los protagonistas de la vida de las comunidades y también una gran parte de los agentes de pastoral eran laicos y laicas.

Él fue una persona que, cultivando una espiritualidad muy profunda, una espiritualidad martirial, por ser una persona que da testimonio del Evangelio con la vida, de hecho, fue capaz de crear una conciencia y un estilo de Iglesia que Medellín marcó, después del Vaticano II, y que buscó realizar concretamente en la región.

—Usted habla de espiritualidad martirial. Don Pedro fue alguien que siempre estuvo amenazado y, de hecho, cuando fue asesinado el padre João Bosco Burnier, el objetivo de los asesinos era él. ¿Cómo influyó eso en su vida y en la vida de la Prelatura?

Creo que él siempre fue consciente de que, tomando ciertas actitudes, defendiendo a los pequeños y luchando contra el avance del latifundio y especialmente de la pecuaria en aquel tiempo, se exponía a ser amenazado, provocado, calumniado por los poderosos del lugar y de la dictadura militar. En la época en que actuó, él tuvo que enfrentar no solo al poder de los terratenientes locales, sino también el poder de la dictadura militar que era estrechamente aliada de los grandes dueños de haciendas de aquel tiempo.

Él era consciente de eso, pero no por eso renunció a estar al lado de los pequeños. Esta conciencia despertó en él, con total seguridad, que el hecho de caminar en este camino es asumir la Cruz y caminar también con Cristo en el camino del Calvario, que también es el camino de la Resurrección. O sea, la posibilidad de resurgir, crecer y establecer una sociedad más justa y más fraterna.

—¿También la propia Iglesia, muchas veces, no comprendió lo que él quería?

Don Pedro, además de ser pastor, es un poeta y un profeta, y los profetas hablan siempre con una visión de la realidad que va más allá de lo inmediato. Entonces su visión, claramente, no siempre fue entendida por una parte de la Iglesia, y hubo también, infelizmente, persecuciones y críticas hasta muy fuertes contra su pastoral desde dentro de la propia Iglesia.

Pero creo que su testimonio, visto ahora a la distancia, nos ayuda a percibir que es el Evangelio de Nuestro Señor, no solo de palabra sino con el compromiso de vida.

—¿De hecho, don Pedro siempre se sintió un hombre de Iglesia, que amaba a la Iglesia y que luchaba para que la Iglesia estuviese presente en la vida del pueblo?

Indudablemente, él ha sido un hombre de una profunda espiritualidad, muy profunda, él vive en una gran comunión con el Misterio de Amor, que es el Dios en el que él cree, presente dentro de la realidad y a quien debemos servir en los pobres. Eso está fuera de toda duda. Toda su acción siempre ha tenido como objetivo entender el mensaje y el sueño de Nuestro Señor, y con la fuerza del Evangelio enfrentar aquello que impedía la plena realización de este proyecto, que es el proyecto de justicia, un proyecto de vida y vida plena para todos.

—¿Podemos decir que, desde un lugar insignificante, una Nazaret del siglo XX, don Pedro consiguió convertirse en una referencia en la vida de la Iglesia y del mundo?

Justamente por causa de la cohesión del equipo de pastoral y del enfrentamiento con la dictadura militar, y de la perspicacia profética que él junto con la Prelatura tenía, la Prelatura se convirtió de hecho en una referencia. Algo que sorprendía a los militares de la dictadura y a sus enemigos era el hecho de que cualquier cosa que sucediese en Brasil contra los pequeños, o en la Prelatura, de inmediato era comunicada y pasaba las barreras que intentaban ponerle para llegar a todo Brasil y hasta el exterior.

Tanto que, en el tiempo de la dictadura, varias veces los militares fueron a su casa y removieron todo para encontrar la radio clandestina que nunca existió en la Prelatura.

—Después de quince años que don Pedro dejó de ser obispo titular en la Prelatura, ¿cuál es su legado?

Don Pedro, después de pasar a ser emérito, continúa en São Félix, y para quien le ha conocido, el obispo de São Félix es don Pedro, y eso es algo muy bonito. El hecho de que ahora esté extremamente limitado por el parkinson y también por la edad, es claro que no hace posible una presencia más activa, pero solo el hecho de estar vivo y estar presente en algunos momentos significativos de la Prelatura ya es un ánimo, una fuerza, una bandera, una señal que da valentía y anima en la caminada.

—Él es una clara expresión de que muchas veces se habla no solo con las palabras.

Mucho más con la vida.

—Alguien que casi no consigue hablar, continúa hablando mucho más alto que muchos que consiguen expresar palabras.

Lo bonito es que quien va a su casa, por lo menos hasta hace poco tiempo cuando todavía se le podía entender alguna palabra, él repetía a todos, “hay que tener esperanza”. Lo más curioso es que yendo allí no eran los visitantes quienes le animaban, sino que él anima a todos los que le visitan, a pesar de esta fragilidad en que se encuentra físicamente.

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Fuente: www.periodistadigital.com/religion

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