Una importante fuente de esperanza para muchas familias, cuyas historias recientes hablan de años de exilio, ya sea en Irán, Pakistán o dentro del propio Afganistán.
Me encontraba yo en pleno debate durante una clase de inglés con unos veinte estudiantes, cuando la maestra de estos, repentinamente, salió corriendo del aula, muy alterada. Pensé que debía haber dicho algo malo, así que después de la clase la fui a buscar. Con las lágrimas aún deslizándose por sus mejillas, me explicó que estas no eran de vergüenza o de tristeza, sino de alegría.
Fátima* me dijo que nunca había pensado que la vida pudiera brindarle ese tipo de felicidad que ahora estaba experimentando, y que agradecía a Dios y al Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) haberle dado las oportunidades que ahora tenía.
Fátima es una “repatriada”, una de las casi 400 mil ex refugiadas que regresaron a Afganistán en 2016, mientras casi dos millones de personas más seguían desplazadas dentro del país. Su historia, y la de otras retornadas, apenas forma parte de las preocupaciones de los europeos y de gente de otros países por las personas que buscan ingresar a sus territorios para encontrar algún tipo de seguridad y normalidad.
El JRS actualmente ofrece clases de inglés a unos 2 mil estudiantes en cuatro provincias de Afganistán. También ofrece cursos de preparación para aquellos estudiantes de secundaria que han perdido años de escolarización por culpa del desplazamiento, con clases de refuerzo para ayudarlos a preparar su examen de ingreso a la universidad o KONKUR. Hay cursos cortos de tecnologías de la información y clases complementarias para maestros que están preparándose para entrar en el sistema de educación pública, y también se da la oportunidad a algunos estudiantes de continuar sus estudios superiores mediante becas para estudiar en la India, ofrecidas conjuntamente con el gobierno indio. Por último, apoya al Jesuit Worldwide Learning (JWL) para que algunos de estos estudiantes cursen una diplomatura en humanidades, centrándose en ciencias sociales, enseñanza y gestión de negocios/empresariales.
Los sitios donde se desarrolla el proyecto se eligen cuidadosamente y deben contar con el apoyo total y práctico de las comunidades locales y, en particular, de los padres. Se pide y evalúa a los estudiantes por su motivación. Los estudiantes de inglés y diplomaturas acuerdan enseñar cursos de inglés antes y después de la jornada escolar en colegios de secundaria y primaria seleccionados, creando así un “efecto multiplicador” dentro de la comunidad, ya que el inglés es un idioma comercial en Afganistán y el principal vínculo lingüístico con el mundo exterior.
En algunos campamentos para desplazados internos también se ofrecen cursos de alfabetización en Dari, la lengua vehicular del país, para las niñas que no pueden ir a las escuelas normales por razones de seguridad. A pocos metros de distancia, se ha hundido un pozo y se han construido un tanque y una habitación protectora para la bomba, para garantizar el suministro de agua potable y disminuir la dependencia de las compras de agua a los camiones cisterna que actualmente son los principales abastecedores.
Los cursos se llevan a cabo con apoyo del gobierno de Afganistán que, con la ayuda de otros países, y ante los problemas de seguridad actuales, está haciendo un enorme esfuerzo para reconstruir el país y su sociedad, formada oficialmente por al menos catorce grupos étnicos reconocidos. Proyectos como el educativo del JRS permiten a algunos retornados orientarse hacia el futuro, aumentando sus oportunidades de encontrar un empleo y permitiéndoles la posibilidad de contribuir positivamente a la emergente sociedad posconflicto. Haciendo esto, también se reconstruyen las comunidades desde cero y, lo que es más importante, se garantiza que haya una infraestructura educativa fuerte una vez se vaya el JRS y las otras ONG.
Todo esto se transforma en una importante fuente de esperanza para muchas familias, cuyas historias recientes hablan de años de exilio, ya sea en Irán, Pakistán o dentro del propio Afganistán.
Dos estudiantes me hablaron de su deseo de poner en marcha un negocio de exportación de almendras y otros frutos secos por los que Afganistán es famoso. Muchos me hablaron del aislamiento que sentían en este país devastado por los conflictos y de su deseo de conectarse y trabajar con personas de otras naciones y culturas, una necesidad en un país sin salida al mar. También me hablaron de su deseo de mostrar una imagen más positiva y menos temerosa de su religión, el Islam, a “Occidente”.
Dentro de todas estas aspiraciones está un deseo abrumador por la paz. Los cursos del JRS y el JWL ayudan a dotar a sus participantes de algunas de las herramientas y habilidades necesarias, tanto para vivir dentro de las limitaciones de su situación actual como para continuar caminando en la paz necesaria para alimentar la esperanza y marcar el comienzo de un mañana mejor.
* Todos los nombres y detalles de identificación han sido cambiados para proteger la privacidad de las personas.
— Para saber cómo puedes apoyar el trabajo del JRS con los refugiados urbanos, haga clic aquí.
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Fuente: http://es.jrs.net