Promover una educación de calidad es una de las necesidades más urgentes en muchas áreas remotas del país, en especial debido a la actual guerra civil que comenzó en 2011.
Roi San, una mujer de 24 años, trabaja como maestra voluntaria en una escuela católica de la ciudad de Myitkyina, en el estado de Kachin, en Birmania. Comenzó a dar clases en esta escuela hace dos años después de graduarse de un curso de formación de docentes subvencionado por el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS).
Promover una educación de calidad es una de las necesidades más urgentes en muchas áreas remotas de Birmania, en especial debido a la actual guerra civil que comenzó en 2011. Como respuesta a esta necesidad, la Iglesia católica envía maestros voluntarios cada año para atender a los afectados por el conflicto y cubrir la escasez de maestros. Fue a uno de estos grupos de maestros voluntarios a los que se unió Roi San.
“Estaba interesada en enseñar a niñas y niños pequeños. Quería tener una experiencia como maestra voluntaria trabajando en áreas muy remotas, donde el gobierno no puede llegar”, explicó.
Para lograr su objetivo, cursó el Programa de formación docente de nueve meses del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), cuyos primeros siete meses son de aprendizaje teórico, seguidos de dos meses de formación práctica. Por lo general, la práctica se realiza en uno de los mayores campamentos para desplazados internos (IDP, por sus siglas en inglés) en Myitkyina. Allí, los estudiantes de magisterio crean vínculos de amor y esperanza con las niñas y los niños, aparte de mejorar su confianza en sus habilidades para la docencia.
Después de la graduación, la Comisión Diocesana de Educación (DEC, por sus siglas en inglés), el socio principal del JRS en Birmania, asigna a las maestras y maestros voluntarios ya capacitados a campamentos y escuelas comunitarias con el apoyo de la DEC. Los voluntarios deben comprometerse a trabajar como maestros y maestras durante al menos dos años.
Servir a las personas necesitadas ha enriquecido la vida de Roi San. “Aprendí mucho del curso de formación de docentes. Mejoró especialmente la confianza en mí misma. También aprendí a coordinarme con otras personas y organizaciones. Sé que todas estas habilidades que adquirí en la capacitación no solo serán útiles para la enseñanza, sino que también me ayudarán a crecer como persona”, dijo Roi San.
Ella ama a sus alumnos, y junto a otros profesores dedica un tiempo extra a apoyar a los más lentos. El último año académico, sus esfuerzos dieron fruto: el 100% de los estudiantes aprobaron los exámenes finales administrados por la escuela pública.
Como otras maestras y maestros voluntarios, Roi San hace todo lo posible para fomentar el desarrollo de los niños pequeños, que son la esperanza de la comunidad y del país a medida que avanza su proceso de construcción nacional.
“Mi momento más feliz es cuando los estudiantes y yo jugamos juntos y cuando se logran los objetivos de aprendizaje que establezco para los estudiantes”, dijo Roi San.
En Kachin, todavía hay muchas áreas remotas donde los niños no pueden disfrutar del derecho a la educación. Las barreras estructurales a la educación, así como los inacabables conflictos armados dificultan que puedan seguir estudiando, especialmente desde que los combates se intensificaran a finales de 2017. El JRS en Birmania está trabajando junto con socios locales para cubrir los vacíos educativos para los niños desplazados y vulnerables.
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Fuente: http://es.jrs.net