Prima la novedad sobre la profundidad, el griterío y la descalificación sobre el diálogo, el bullicio y el ‘bombazo’ sobre la información, etc.
En estos días hemos visto cómo los medios se hacían eco de la aparentemente nueva noticia de las declaraciones del Papa Francisco sobre la homosexualidad. Algunos hablaban con entusiasmo, otros con miedo, pero la mayoría leían en las palabras del Papa mucho más de lo que estas querían decir (sea por exceso o por defecto). Sin embargo, pocas horas después, Antonio Spadaro sj aclaraba lo que ya se sabía: que estas palabras del Papa no constituyen una novedad en la doctrina, y que, de hecho, forman parte de una entrevista más antigua, rescatada por TV2000 para la realización de un documental sobre el pontífice.
Dejando de lado el tema concreto, lo impresionante del caso es ver cómo ha suscitado movimiento en la prensa y en las redes, para compararlo con el paso discreto y casi inadvertido de la encíclica Fratelli Tutti, donde el Papa sí que aporta importantes novedades y análisis de nuestra sociedad. Puesto que, si dejamos de lado los medios eclesiales, lo cierto es que, tanto la firma de la encíclica en Asís, como su contenido, han pasado totalmente inadvertidas en los medios de nuestro país. Han sido muy pocos los diarios o los perfiles que han hablado de ella, y, cuando lo han hecho, ha sido o bien para destacar sus puntos más polémicos (y marginales en el conjunto del texto), o bien para utilizar las declaraciones del Papa en beneficio de otros intereses.
Todo ello, a mi modo de ver, es preocupante. Porque nos muestra la paradoja de que nos encontramos en un momento de una gran desinformación en la era de la información. Un momento en el que prima la novedad sobre la profundidad, el griterío y la descalificación sobre el diálogo, el bullicio y el ‘bombazo’ sobre la información, etc. Un momento peligroso en el que una especie de ‘mano negra’ decide qué información tiene derecho a provocar reacciones en nosotros y cuál debe pasar desapercibida, sin que importe su peso o su veracidad.
Y, ante todo esto, ¿qué hacer? Quizá algunos más tremendistas dirán que es necesario abandonar las redes sociales y desconfiar de toda información que nos venga de la prensa. Pero, personalmente creo que, como creyentes, nuestra actitud debería ir por otro lado. Es decir, en el de intentar buscar las fuentes originales de la información (y no quedarnos solo en los titulares) y, actuar como altavoces de estas noticias en nuestros perfiles personales.
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Fuente: https://pastoralsj.org