74 años de un Mensaje de verdad y vida

Este proyecto no se sostiene en una verdad única ni en convicciones ciegas, sino en la generosidad de quienes lo nutren y en la certeza de que la verdad, siempre plural, solo se construye juntos. [También disponible en audio]

«Hoy, 1 de octubre de 1951, nace nuestra revista. Ha sido bautizada Mensaje, aludiendo al Mensaje que el Hijo de Dios trajo del cielo a la tierra y cuyas resonancias nuestra revista desea prolongar y aplicar a nuestra patria chilena y a nuestros atormentados tiempos».

Con estas palabras, san Alberto Hurtado abría la primera edición de Mensaje. Setenta y cuatro años después, la intuición de origen que tuvo nuestro fundador conserva toda su fuerza: la solidez de la democracia y el dinamismo del espacio público dependen directamente de la calidad de la información que circula en ellos. Una democracia no se sostiene solo con instituciones; necesita un suelo común de verdad compartida, de hechos verificables, de confianza en el valor de la palabra. Si el espacio público se llena de ruido y mentira, la deliberación se vuelve imposible y la democracia se erosiona desde dentro.

Pero Mensaje no ha sido ni es un medio más dentro del panorama informativo. Su razón de ser está marcada por una impronta particular: un humanismo cristiano, inspirado en los valores del Evangelio, que se traduce en una manera distinta de mirar la sociedad y de acompañarla. Desde sus inicios, la revista ha buscado prolongar en Chile y en América Latina un «mensaje» de esperanza en medio de la incertidumbre, una palabra que no oculta las dificultades, pero que tampoco cede al pesimismo ni a la violencia del discurso público. Se trata de una esperanza que no es ingenua ni superficial, sino que hunde sus raíces en la fe en Jesucristo, capaz de iluminar incluso los momentos más oscuros y complejos de nuestra vida social y política.

Por eso, en estas siete décadas, Mensaje ha acompañado con una voz propia los momentos decisivos de nuestra historia nacional y continental: las luchas por la justicia social y los derechos humanos, los desafíos de la democracia, las transformaciones culturales, los avances y retrocesos de la política, los dilemas de la convivencia. Siempre lo ha hecho con un estilo sereno y crítico a la vez, abierto al diálogo, incluso cuando ello significaba remar contra la corriente. En medio de la confusión, la fragmentación y la violencia comunicacional, no olvidamos nuestro origen: ofrecer una palabra que oriente, que recuerde que la verdad importa, que la justicia es posible y que la esperanza cristiana puede sostenernos aun en medio de la tormenta.

En este mismo espíritu, el cardenal Fernando Chomali, en su homilía del Te Deum de este año, recordó que solo cultivando el estudio y la verdad podremos superar la violencia; que la democracia necesita recuperar el valor del diálogo y de la confianza para no zozobrar en medio de la tormenta. Esa es también la tarea que Mensaje asume hoy: ser un espacio donde la palabra se sostenga en la verdad, donde la reflexión supere el ruido y donde la esperanza cristiana pueda seguir alimentando la vida común.

EL NUEVO ESCENARIO COMUNICACIONAL

Celebramos 74 años en un mundo radicalmente transformado. La revolución digital ha multiplicado los canales de información, ha reducido los costos de transmisión y ha abierto la posibilidad de una comunicación más diversa, plural y accesible. Asimismo, la información en internet ha permitido la apertura de múltiples y poderosas redes. Como nunca, en la mayor parte del mundo, las personas tienen la oportunidad de expresarse públicamente, de acceder a fuentes diversas y de desafiar monopolios informativos que durante décadas dominaron el espacio público. Esta apertura contiene un potencial democratizador enorme: amplía las posibilidades de organización ciudadana, facilita el intercambio de conocimiento y permite que voces antes marginadas se hagan oír.

Sin embargo, esta misma revolución ha dado lugar, paradójicamente, a un ecosistema dominado por la desinformación, la manipulación y la agresividad. La llamada «era de la posverdad» es una realidad cotidiana: el lenguaje público se degrada, las noticias falsas se imponen sobre los hechos, la política se convierte en espectáculo.

En Chile, la situación se agrava: la prensa escrita está concentrada en pocas manos y llega a un número cada vez menor de lectores; hay medios televisivos y audiovisuales que amplifican la violencia y empobrecen el análisis; las redes sociales difunden rumores como certezas y promueven la polarización en lugar del encuentro. Lo que debería ser un espacio de deliberación ciudadana se ha vuelto, muchas veces, una máquina de desorientación y de temor, dando así como resultado una ciudadanía más frágil, atrapada en burbujas informativas, desconfiada de todo y vulnerable a discursos que apelan al odio o al miedo. Allí donde la palabra pierde su peso, la violencia gana terreno.

LA RESPONSABILIDAD DE MENSAJE

Ante este panorama, el aniversario de Mensaje no es un gesto de nostalgia, sino un llamado a la responsabilidad. Nuestra vocación no ha sido nunca competir en la carrera de la inmediatez, sino ofrecer orientación serena; no consiste en multiplicar titulares pasajeros, sino en ayudar a comprender las raíces profundas de los procesos sociales y culturales; no aceptamos acomodarnos a la lógica de la confrontación agresiva, sino que buscamos sostener un espacio respetuoso, abierto al diálogo y capaz de articular diferencias sin caer en la polarización.

Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que la misión de un medio no se mide por el volumen de sus impactos, sino por la calidad de su palabra. Una palabra que, cuando es honesta y rigurosa, se convierte en un bien público: ilumina, ordena, da sentido y permite que las personas se reconozcan como ciudadanas y ciudadanos capaces de deliberar sobre su destino común.

Por eso, Mensaje quiere seguir siendo un medio que defienda la palabra frente a la mentira, que ofrezca una posibilidad de escucha y de diálogo frente a la desorientación, que sostenga la confianza en que la comunicación puede ser un lugar de encuentro. Queremos insistir en lo fundamental: sin verdad no hay justicia; sin diálogo no hay democracia. Allí donde la mentira erosiona la confianza, o donde la violencia sustituye a la palabra, la vida social se deshumaniza.

Nuestra tarea es entonces humilde y decisiva: contribuir a que la palabra circule con dignidad, que abra horizontes de esperanza y que recuerde a la sociedad chilena que, incluso en medio de la confusión, es posible construir comunidad desde la escucha y la búsqueda compartida de la verdad. Invitamos también a nuestros lectores a difundir y sostener esta misión.

Nuestra tarea es contribuir a que la palabra circule con dignidad, que abra horizontes de esperanza y que recuerde a la sociedad chilena que, incluso en medio de la confusión, es posible construir comunidad desde la escucha y la búsqueda compartida de la verdad.

MIRANDO HACIA ADELANTE

En esta edición de octubre ponemos el acento en cuestiones urgentes para la vida pública: la violencia y su interpretación, el debate sobre el rol del Estado en los desafíos que enfrenta Chile y el aporte de voces que enriquecen nuestra cultura y nuestra reflexión espiritual. Se trata de textos que están en sintonía con nuestra misión, orientados a ofrecer análisis de fondo y a fortalecer la calidad del diálogo.

El próximo año celebraremos nuestro 75° aniversario. Será ocasión para agradecer la fecundidad de esta trayectoria y proyectar el futuro. Pero hoy, al cumplir 74 años, queremos reiterar la intuición que nos dio origen: prolongar, en nuestro tiempo, el Mensaje del Hijo de Dios que genera justicia y abre el camino de comunión y fraternidad.

El camino que asumimos no siempre coincide con las corrientes dominantes. Avanza a contrapelo de la superficialidad, de la manipulación, de la moda efímera que erosiona la confianza en la palabra. Pero no lo recorremos por espíritu de oposición, sino por fidelidad al impulso original que nos dio vida en 1951. Es un camino que nunca hemos hecho en soledad ni refugiados en certezas rígidas; lo hacemos acompañados, abiertos a la búsqueda común, a las preguntas compartidas, a la riqueza de miradas diversas. Por eso, este proyecto no se sostiene en una verdad única ni en convicciones ciegas, sino en la generosidad de quienes lo nutren y en la certeza de que la verdad, siempre plural, solo se construye juntos.

Este es el sentido profundo de nuestra misión: no seguir la moda, sino permanecer fieles a la verdad; no dejarnos arrastrar por la inmediatez, sino ofrecer hondura y abrir caminos de encuentro, siempre inspirados en Jesucristo y en los valores del evangelio. Es lo que nos permite decir que, incluso en tiempos oscuros, siempre hay una palabra que ilumina y un horizonte de comunión por construir.

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