Convicción y responsabilidad

Durante las últimas semanas, hemos asistido al debate, instalado ahora en el Senado, sobre la aprobación y las condiciones de un cuarto retiro del 10% de los fondos previsionales y bajo qué condiciones podría aprobarse dicho retiro. El trámite previo en la Cámara Baja fue bastante expedito, lo que no sorprendió demasiado, dado el tenor liviano que ha tomado la discusión entre los diputados. Por su parte, el presidente del Banco Central y numerosos economistas han expresado transversalmente que las consecuencias de este cuarto retiro pueden ser nefastas para la economía y las pensiones de las personas durante muchos años.[…]

Durante las últimas semanas, hemos asistido al debate, instalado ahora en el Senado, sobre la aprobación y las condiciones de un cuarto retiro del 10% de los fondos previsionales y bajo qué condiciones podría aprobarse dicho retiro. El trámite previo en la Cámara Baja fue bastante expedito, lo que no sorprendió demasiado, dado el tenor liviano que ha tomado la discusión entre los diputados. Por su parte, el presidente del Banco Central y numerosos economistas han expresado transversalmente que las consecuencias de este cuarto retiro pueden ser nefastas para la economía y las pensiones de las personas durante muchos años. Este hecho es un síntoma de la difícil situación en que se encuentra nuestro sistema político, pero también instala preguntas sobre las razones y motivaciones de nuestros congresistas para estar en política, y de nuestros funcionarios públicos para trabajar en el Estado.

Un primer problema es el hecho de que varios legisladores están postulando a la reelección. Pues bien, este cuarto retiro de los fondos de pensiones tiene una aprobación mayoritaria en la opinión pública y su aprobación termina siendo más un mero acto de campaña que una decisión o una acción realmente política. La lógica electoral parece decir que si un candidato pretende ser elegido no puede sino apoyar esta iniciativa. Esto es indicativo de lo que podríamos llamar el candidato “producto”, que se configura conforme a lo que necesitan los consumidores. Es el pensamiento de diseño aplicado a la política: investigar las necesidades y adaptar el producto a lo que el cliente requiera. Remite así a una política pragmática, que adapta sus convicciones a aquello que tendrá resultados electorales. Este modo de proceder podría ser una manifestación más de la falta de proyectos sociales de largo plazo y, por lo mismo, de convicciones volátiles y débilmente arraigadas. El único proyecto que aparece es la propia carrera política.

Un segundo hecho relevante es que, con todo lo eficiente que pueda haber sido el sistema de AFP en términos financieros, sus resultados están muy por debajo de lo que muchos pensionados necesitan para vivir. Desde hace un par de décadas se podía anticipar estas consecuencias y había razones suficientes para desear mejorar el sistema, pero no hubo piso político para tomar las decisiones que se requerían. En eso existe un acuerdo bastante transversal. Sin embargo, no existe aún una decisión sobre el sistema que reemplazaría el actual. Fragilizar un sistema sin contar con una alternativa viable es irresponsable, sobre todo con los más vulnerables.

En su momento los primeros retiros sí fueron un recurso de emergencia necesario. Hoy, sin embargo, nuevos retiros están afectando a los más pobres y a largo plazo. Sorprende la débil acogida que han tenido los argumentos técnicos para la toma de decisiones. El problema es utilizar una mala política pública como política electoral. Curiosamente, algunos legisladores podrían ser reelectos precisamente por poner en jaque el futuro de las pensiones de los ciudadanos de los quintiles más bajos. Se ha mezclado peligrosamente el interés por ser reelecto en desmedro del bienestar futuro de los más vulnerables.

Pero no quisiéramos quedarnos tan solo en el ejemplo ilustrativo del cuarto retiro. Esta misma lógica en que el candidato-producto toma las banderas populares entre los ciudadanos-consumidores, está presente en otras iniciativas. La deliberación sobre el TPP11 ha estado acompañada de una serie de eslóganes imprecisos que empobrecen la calidad de la deliberación. Las legítimas reivindicaciones que pide el pueblo mapuche, puestas dentro de un marco contingente de violencia, han hecho muy difícil que el Congreso y el Gobierno salgan de los proyectos de corto plazo y sostengan diálogos de futuro con los pueblos originarios. Las migraciones también son utilizadas y, después de casi dos décadas de ser enfrentadas con desidia, son aprovechadas políticamente en sentido electoral. Estos tres temas polarizan al ciudadano-consumidor, exaltan la agresividad y se simplifican, para que el candidato-producto adquiera relevancia. Sin embargo, la decisión de política pública se empobrece y el proyecto de largo plazo se difumina.

LA RELEVANCIA DE LA ÉTICA

Debemos preguntarnos por la responsabilidad que asumen los legisladores y los criterios que iluminan sus decisiones. Parte de ello corresponde a los incentivos que se ponen a la labor del político, como si se tratara de un ser humano exclusivamente movido por el interés de obtener un beneficio personal: mejores salarios, la reelección y, por qué no decirlo, algo de fama.

Si bien ese cuadro puede ser cierto en alguna medida, también es injusto. Muchos legisladores han postulado al rol con el deseo de hacerse responsables del destino de su patria. Esa responsabilidad debe ser leída en un doble sentido. Primero, se trata de hacerse cargo de tomar las decisiones en bien de las personas que representa, añadiendo a ello la perspectiva del bien común. Pero también, en segundo lugar, se trata de responder a la ciudadanía por los resultados de dichas decisiones. Este aspecto de la responsabilidad política está muy debilitado. ¿Después de cuánto tiempo un legislador debería responder aún por las decisiones tomadas? ¿Qué consecuencias deberían tener para él mismo? La rendición de cuentas y asumir personalmente las consecuencias de las decisiones es fundamental en un sistema político responsable.

Siguiendo a Max Weber, es muy relevante recuperar una ética de la responsabilidad, donde los encargados del destino del país consideren fuertemente las consecuencias y resultados de las decisiones que tomen. Dicha ética debe ser acompañada, no en oposición, sino como complemento, por una ética de la convicción, que aspire a proyectos de largo plazo, movilizada por ideales y visiones fuertes de futuro. La responsabilidad sin convicciones es ciega, pues produce sin demasiado sentido. La convicción sin responsabilidad se queda en quimeras sin real asidero en la realidad.

Se hace urgente contar con políticos con vocación, que vivan para la política y no solo de la política. Es decir, que pongan por delante la entrega a una causa y a los ideales que la inspiran. Más que nunca, en Chile necesitamos políticos con un proyecto social movilizador y atento a las necesidades de los ciudadanos; políticos capaces de darse por una causa que vaya más allá del propio beneficio. Dicha convicción debe ir además acompañada de mucho realismo y de un sentido práctico que sea capaz de conocer y evaluar los medios y los costos que podrán alcanzar dichos fines. Las decisiones políticas son valiosas tanto por las convicciones que las inspiran como por las consecuencias que son capaces de alcanzar. Por lo tanto, se pide al político convicción respecto de sus ideales y responsabilidad con las consecuencias. MSJ

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