Desafíos para la recta final

La pregunta a responder el 4 de septiembre en el plebiscito sería ¿cuál de las dos Constituciones que están en juego responde a la realidad actual de Chile y permite acoger los cambios que aún se están produciendo? ¿Cuál de ellas permite construir un país que encarne los valores que hoy conforman el nuevo paradigma social: justo, solidario, diverso y ecológico?

La Convención Constitucional ha compartido con la ciudadanía la colección de los 499 artículos aprobados por el Pleno, compilados conforme cada una de las ocho comisiones en que se dividió la Convención para hacer el trabajo. Durante el proceso hicieron noticia muchas propuestas extremas que provocaron pasiones y temores excesivos. Este documento despeja la incógnita sobre cuáles artículos fueron efectivamente aprobados y acota la discusión. Sin embargo, el hecho de que no sea un texto armonizado —trabajo que ya se está haciendo— ha generado algo de desazón con el resultado de este esfuerzo. Con todo, es un esfuerzo que no ha concluido y, al menos en su forma, puede todavía mejorar muchísimo.

Ante los artículos entregados de este modo, aún con falta de orden y claridad, surge inevitablemente la confusión. Es probable que la expectativa de la población fuera contar con un texto más acabado y que parte de la frustración sea pedir demasiado en esta etapa. Es evidente, además, que lo nuevo trae generalmente desconcierto. Cuando se modifica la Constitución, con mayor razón, dado que hay un paradigma que cambia. Eso genera la sensación de inestabilidad y desazón por falta de elementos conocidos en los cuales descansar. Eso nos parece inevitable en cualquier proceso constituyente.

Pero también puede parecer confuso porque no se alcanza a comprender cuál es la visión compartida que anima el texto. Por cierto, mientras no exista un preámbulo que exprese ese fundamento global, los Principios Constitucionales desde el actual número 101 hasta el número 118 pueden fungir como marco orientador, que se va desarrollando en el resto del proyecto. Son una buena clave de lectura. Transversalmente destacan con claridad la perspectiva ecológica, intercultural, plurinacional, democrática, social y paritaria. Todo ello se va expresando una y otra vez a lo largo de sus páginas.

Tal como hemos visto en estos meses de discusión, el texto defiende con fuerza la diversidad y eso es un gran vuelco en el modo de comprender al país. Ciertamente, es un avance reconocer que internamente somos un país diverso. Eso permite el reconocimiento de cada persona en la sociedad, dispone a la creatividad y se descubren riquezas antes desconocidas. La pregunta, y en eso podría aportar un preámbulo, es qué hace que esta suma de diversidades sea una unidad en la cual podamos convivir y a la cual queramos aportar solidariamente.

Si bien estamos ciertos de que hoy por hoy nuestra sociedad conflictuada no es la casa de todos, es necesario concebir la Constitución como el vehículo que nos permita llegar a serlo más adelante.

Más allá de las discusiones sobre si conviene una constitución extensa o mínima, si son muchas o pocas las palabras utilizadas, sería deseable equilibrar el nivel de detalle de algunos artículos muy detallados respecto de otros muy escuetos que dejan las especificaciones a la ley. Esto, ciertamente, podría ser tarea de la comisión de armonización. Es probable que el desequilibrio tenga relación con el método de trabajo utilizado y la disparidad de criterios entre las comisiones. Pero eso hace que el texto sea desigual en este aspecto y que genere, por una parte, preguntas ante aquello no especificado y, por otra, la impresión de rigidez ante tanto detalle.

Para aliviar este estado de confusión será necesario que los convencionales o los expertos en la materia salgan a explicar lo que hay de fondo en el texto, de modo que sea más fácil para el resto de los ciudadanos interpretar el texto definitivo. A lo largo del proceso ha habido un sinnúmero de noticias falsas, que añadían cosas que se supone que el proyecto decía, pero que no son verdad. Siendo previsible que ese fenómeno continúe, es urgente la labor pedagógica responsable de los medios de comunicación, convocando convencionales y expertos, de modo que los ciudadanos puedan contar con una mejor interpretación de los términos que se usan y las razones por las cuales han puesto estos artículos. En buenas cuentas, para tomar una decisión responsable, la ciudadanía requiere saber qué es lo que la Convención quiso decir con estos artículos y por qué quiso decir eso y no otra cosa.

Por último, nos parece necesario decir que una Constitución es un texto dinámico. Por una parte, la ciudadanía hace un ejercicio de «recepción» permanente, donde se van destacando unos aspectos por sobre otros. Chile va a seguir cambiando y, en ese proceso, diversos aspectos de la carta fundamental se harán relevantes. No serán siempre los mismos. Si bien estamos ciertos de que hoy por hoy nuestra sociedad conflictuada no es la casa de todos, es necesario concebir la Constitución como el vehículo que nos permita llegar a serlo más adelante, mediante procesos comunicativos y de decisión, más auténticos, inclusivos y eficaces.

¿Cuál es el criterio para aprobar o rechazar?

Algunas personas rechazan el proyecto completo por uno o dos artículos que tocan aspectos que les son muy relevantes. Análogamente, a otras, sin mirar el conjunto, les basta para aprobar el solo hecho de que se haya incluido uno o dos artículos que representan sus luchas recientes más importantes.

También nos encontramos con la postura de quien aprueba simplemente porque nada de lo incluido le parece disonante en extremo, y que, a pesar de lo disonante el país pueda vivir. Algunos piensan que lo fundamental es que se cambie una Constitución ilegítima originada en su base durante la dictadura.

Creemos que la pregunta a responder el 4 de septiembre en el plebiscito sería ¿cuál de las dos Constituciones que están en juego responde a la realidad actual de Chile y permite acoger los cambios que aún se están produciendo? ¿Cuál de ellas permite construir un país que encarne los valores que hoy conforman el nuevo paradigma social: justo, solidario, diverso y ecológico? Ante esto salta de inmediato la pregunta por los criterios para valorar, a la vez, la justicia y la eficacia de cada una. Por ahora, planteamos algunas preguntas que podrían ser de ayuda: ¿Cuál de ellas resuelve mejor las tensiones que se manifestaron en el estallido social? ¿Cuál de ellas nos permitiría mayores vínculos y responsabilidades entre las personas? ¿Cuál de ellas nos permitirá mejores condiciones de vida material? ¿Cuál de ellas facilitará más el desarrollo de los talentos de cada persona? ¿Cuál de ellas proporcionará mayores oportunidades para desarrollar el proyecto de vida de cada uno? ¿Cuál de ellas colabora mejor a la justicia y la paz en la sociedad? En el caso de aprobarse el nuevo proyecto, ¿cuál sería el procedimiento razonable para introducir las mejoras que el texto necesite?

Con el proyecto que se entregará el 5 de julio podremos comenzar a responder estas preguntas. Confiamos en que Mensaje será una ayuda para ello.

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