El Evangelio que anunciamos las mujeres. “La justicia, la paz y la dignidad”

Buscar una paz, posterior a la justicia, que sea capaz de recomponer la dignidad perdida por nuestra sociedad en su conjunto y por cada uno de sus miembros.

Domingo 24 de noviembre
La justicia, la paz y la dignidad
Lucas 23, 35-43

En estos días de angustia y esperanza han surgido como catalizadores de los deseos de la población que colma las calles con movilizaciones, tres conceptos de profunda raigambre cristiana: justicia, paz y dignidad.

Cuando tratamos de ahondar, en el concepto de justicia, es probable que nos sintamos confundidos sobre cuál es la justicia de Dios en estos tiempos. ¿La justicia está en la reivindicación a toda costa? ¿O la justicia está en la marcha pacífica sin consecuencias, tan fácilmente descartable? No pretendo responder estas preguntas. A cada uno le corresponderá hacer un discernimiento honesto. Sin embargo, respecto a estos temas, las lecturas de este domingo son una reflexión sobre la dignidad, el rol de la justicia y la búsqueda de la paz.

La crisis de representación que ha sido el germen del movimiento ha evidenciado una crisis en la que ningún grupo político parece tener el poder de convocar a esa multitud. Frente a esto, en la primera lectura, remece la expresión que ocupa el pueblo de Israel para dirigirse al rey David: “Hueso tuyo y carne tuya somos”. A partir de esta semejanza es que finalmente el pueblo hebreo celebra la alianza por la que reconocen a David como su rey. Dudo si efectivamente nuestro pueblo ha sentido últimamente este vínculo íntimo con sus autoridades y si las mismas autoridades sienten ese arraigo con su pueblo hasta el punto de ser “hueso suyo y carne suya”.

Respecto a la justicia, el Evangelio de Lucas pareciera tener algo qué decirnos. En la escena de la crucifixión, nos ilustra la diferencia entre el juicio de los hombres y el juicio de Jesús. Allí están los tres crucificados sometidos a escarnios y burlas, porque se supone que sus delitos los vuelven infrahumanos. La lógica de los hombres parece proceder con una lógica exacta, castigando al infractor de la ley y de paso convirtiéndolo en un “otro”, “no humano”, porque los delitos que se le achacan bastan para descargar toda crueldad.

Creo que este enajenamiento del otro ha sido demasiado frecuente últimamente. Hemos juzgado y hemos decidido privar de su condición humana a todos aquellos que no se han acomodado a nuestra forma de pensar. Sin embargo, hay que observar qué acciones emprende Jesús, quien es radicalmente opuesto al juicio mundano; Jesús le devuelve su humanidad al buen ladrón, al señalarle un destino mucho más trascendente que la muerte en medio del oprobio. ¿Cuál es entonces nuestro desafío como cristianos en estos tiempos difíciles?

Siento, a modo personal, que la invitación que este domingo se nos hace es a buscar una paz, posterior a la justicia, que sea capaz de recomponer la dignidad perdida por nuestra sociedad en su conjunto y por cada uno de sus miembros. No podemos permitir que el dolor de nuestras heridas o un rígido concepto de justicia nos ciegue de reconocer en el otro a una persona. Tenemos un inmenso desafío la sociedad civil completa, no solo las autoridades. Es un deber cristiano preguntarnos qué podemos hacer genuinamente para generar esta clase de paz, tendiendo puentes de comunicación a toda costa, para no despojar a nadie de su dignidad de hijo/a de Dios.

* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile

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