El Evangelio que anunciamos las mujeres. «¡Mujeres: apacienten mis ovejas!»

Es bueno recordar el impulso de nuestras antepasadas seguidoras de Jesús, que creyeron en las promesas de Dios.

Domingo 1 de mayo de 2022
Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-19
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-19.

Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades.

Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron:
“Vamos también nosotros”.

Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”.
Ellos respondieron: “No”.

Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”.

Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban solo a unos cien metros de la orilla.

Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”.
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”.

Él le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”.
Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”.
Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”.

Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”.

Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.
Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”.

De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.

¡MUJERES: APACIENTEN MIS OVEJAS!

Lo primero que me llamó la atención del texto, es que Jesús en su tercera aparición, lo hace solo a varones. El texto nombra a Pedro, Tomás, Natanael y los de Zebedeo. Me pregunto: ¿dónde estarían las mujeres? Aquellas a quienes Jesús se les apareció primero. Imagino que ellas estaban anunciando su resurrección, llenas de gozo por haberse encontrado con el Resucitado y llenas de su espíritu llevan la buena noticia, las imagino entre el pueblo contándole a quien quisiera oír ese primer Evangelio que anuncian las mujeres.

¿Por qué no están Pedro y los otros en el anuncio? Al parecer han vuelto al oficio tradicional, a lo conocido, se olvidaron del mandato de ser pescadores de hombres y han vuelto a la pesca. Será que no se sienten aún con la fuerza para ir a anunciar al Resucitado, como lo harán después, según nos comenta la primera lectura de los Hechos. Lucas en los Hechos nos cuenta que después los discípulos anuncian con gran ímpetu al resucitado, incluso sin temer el castigo por denunciar que al Señor lo mataron, pero Dios lo resucitó.

En el Evangelio de hoy, Jesús tiene que volver a recordarle a Pedro: “Apacienta mis corderos”, y no lo dice una vez, sino que se lo repite: “Apacienta mis ovejas”. Jesús se lo pide como queriendo convencerlo, como si hasta ese momento Pedro y los otros aún no pudieran sentir la certeza profunda de que está vivo y que son enviados a anunciarlo como Aquel que, muerto injustamente, ha sido resucitado por Dios de Israel.

Mientras, las mujeres ya lo están anunciando, aunque no les crean, aun cuando puedan considerar que están locas o delirantes.

Con el tiempo los roles se invirtieron y hoy son los varones quienes hablan con mayor propiedad del Evangelio, pero es bueno recordar el impulso de nuestras antepasadas seguidoras de Jesús, que creyeron en las promesas de Dios, primero María de Nazaret, luego María de Magdala, Juana, Salomé, Lidia, Febe, Priscila, ellas son nuestras predecesoras y tuvieron la iniciativa, por sentirse llenas de Ruah Espíritu. Pidamos en este domingo, así como sintió Pedro la insistencia de Jesús, ante sus resistencias, que podamos experimentar que hoy es a nosotras que nos dice: “Apacienten mis ovejas”, y arriesguémonos a anunciarle, con parresia, con la belleza de nuestras experiencias espirituales, para que no importando los límites que aún persisten para nuestra voz en la Iglesia, tengamos la misma convicción que tiene Pedro en los Hechos: “Hay que obedecerle a Dios, antes que a los hombres”.

* Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile

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