Incluso ante el dolor, el sufrimiento y la muerte, la alegría del amor del Resucitado se convierte en el soporte de nuestra Fe, Esperanza y Amor sin límites.
Domingo 6 mayo
“Permanezcan en mi amor” (Jn 15, 9-17)
En este domingo continuamos con el verbo permanecer: “permanezcan en mi amor”. La promesa de Jesús a sus discípulos es que si guardan los mandamientos permanecen en su amor, y este permanecer les dará la alegría en plenitud. Y esa alegría está en el amar sin límites, en donarse hasta el extremo, en entregarlo todo por otro/otra, así como Jesús se donó en la cruz, por todos nosotros/as. Esta alegría solo es comparable con la mujer cuando da a Luz. Ella pasa por la entrega máxima cuando trae un hijo al mundo y esto solo porque es capaz de amar hasta el extremo.
Jesús a sus discípulos ya no los llama “siervos” o “siervas”, sino que los llama amigos y amigas, porque entre los amigos/as no hay secretos. Ha compartido todo con ellos, su ser y su quehacer; nos dice: “Todo se los he dado a conocer”; hasta entregó la vida como rescate por todos/as sin excluir a nadie. En su corazón de Padre-Madre misericordioso todos tenemos cabida, nadie queda fuera.
Jesús los eligió, los llamó por su nombre, es decir, les dio identidad y misión. Sin duda, en los discípulos no miró la clase social, ni la idoneidad, sino más bien buscó y llamó a hombres y mujeres capaces de amar y de entregarse a su estilo. Por supuesto, con toda la fragilidad que eso implica, sabemos bien el fin de muchos de ellos y ellas: un Pedro que lo negó; un Judas que lo traicionó; pero también sabemos que ellas, las mujeres, son las que estuvieron con Él al pie de la cruz. Esa sigue siendo nuestra realidad a más de dos mil años. Muchos de sus elegidos/as lo proclaman con los labios, pero lo niegan y/o lo venden con sus gestos y nos preguntamos quiénes son las que sostienen las comunidades. Son las mujeres de hoy, ahí, al pie de la cruz animando, acompañando la vida de los que van quedando al margen del camino.
“Los envío para que den fruto y ese fruto permanezca”, y así ha sido el amor de Jesús derramado en la cruz, a pesar de las negaciones y traiciones. Él ha permanecido, porque el fundamento está en Él, que murió y resucitó. Desde esa experiencia, estamos llamados/as a continuar anunciando este mandamiento de amar: “Que se amen los unos a los otros…”, ya que, sin amor, nuestra vida se torna triste, llena de escepticismo y desesperanza, de lamentos y pesadumbres. El amor que nos pide y nos da Jesús, en cambio, es el que anima nuestra vida y le da sentido a cada cosa que hacemos; nos permite descubrir en la vida diaria el Espíritu prometido por Jesús, que fecunda los esfuerzos más pequeños; nos llena de entusiasmo y nos hace creativos/as. Incluso ante el dolor, el sufrimiento y la muerte, la alegría del amor del Resucitado se convierte en el soporte de nuestra Fe, Esperanza y Amor sin límites.
* ¡Queridas amigas y compañeras de ruta, queridos amigos! Desde el primer domingo de Cuaresma, y hasta el último domingo del año litúrgico 2018, estaremos compartiendo con ustedes una reflexión sobre el Evangelio dominical. Con ello queremos visibilizar y compartir un comentario dicho por mujeres sobre la Palabra. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/
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