El triunfo del Rechazo en el plebiscito no termina de ser evaluado. Lo será, quien sabe, en cincuenta años más. Pero hay algunas cosas claras, como, por ejemplo, que este ha sido un triunfo de la democracia.
Nunca sabremos si este resultado habrá sido el mejor para Chile. Ahora se correrán los riesgos inherentes a esta posibilidad. ¿Y si en un próximo plebiscito vuelve a ganar el Rechazo? Nadie puede excluirlo. También la opción del Apruebo implicaba peligros. Una de las razones de los electores para votar así y no asá fue ponderar las peligros en pro y contra.
Ganó la democracia, ¿ganará? Hay que hacerle ganar. El Servel cumplió con lo suyo. Los políticos y la ciudadanía lo mismo. Pero la democracia es frágil. Necesita ser cuidada. La democracia se ha fortalecido con su ejercicio. Pero también hay fuerzas subterráneas que la han vigorizado. No se ven pero operan. La democracia terminará de triunfar si predomina en los demócratas la buena voluntad de hacer propia una decisión colectiva mayoritaria. En la pasada elección se hizo visible una polarización, en realidad, superficial. Es cierto que hubo expresiones groseras e hirientes. Pero una inmensa cantidad de gente seguramente votó con humildad, sabiendo que lo hacía con un alto grado de incertidumbre.
La democracia se ha fortalecido con su ejercicio. Pero también hay fuerzas subterráneas que la han vigorizado. No se ven pero operan. La democracia terminará de triunfar si predomina en los demócratas la buena voluntad de hacer propia una decisión colectiva mayoritaria.
Hoy bien pueden los “perdedores” hacer suyo el triunfo del Rechazo. Han de computarlo como un triunfo de la mejor alternativa, pues lo será si todos reman en la misma dirección, asumen los riesgos que se corren, sin arriar las propias banderas, tomando partido en el debate político que se viene con lealtad y espíritu constructivo. La democracia radica en última instancia en las y los demócratas. Estos ciudadanos surten las napas de la democracia con voluntad de diálogo y buena fe.
Por cierto, representantes del Rechazo pueden ahora pasar la aplanadora a sus adversarios como lo hicieron algunos de los constituyentes durante la Convención. Los grandes valores del Apruebo (reivindicación de los pueblos originarios, acceso igualitario de las mujeres a todos los ámbitos sociales, hacerse cargo de la catástrofe ecológica y medioambiental en curso, término de la insolidaridad neoliberal) pueden ser barridos de un solo escobazo. Pero esta no es manera de asumir los hondos malestares de la revuelta de octubre del 2019. Los plebiscitos han debido encauzar la solución de inquietudes sociales muy profundas. Es ilusorio ciertamente pensar que su canalización dependa solo de un texto constitucional. Una nueva Constitución ayudará. Pero aquello de que se trata es de remover los obstáculos que impiden la viabilidad pacífica del país.
Al tiempo del referéndum hubo fanáticos, trolls, fabricantes de fake news, hackers, gente de mala clase en todas las clases sociales. Era comprensible que subieran los niveles de agitación. Había miedos. Los políticos de experiencia y expertos en otras áreas estaban divididos. Poquísima gente ha podido formarse una opinión tras leer un texto altamente complejo como es una Constitución. La gran mayoría votó a “ojo de pollo”. ¿Fue inclinada por los medios generadores de opinión pública, las industrias de información defensoras de un régimen amenazado? Seguramente la gente se asustó con la beligerancia de las barras bravas del periodo convencional y dijo “no, algo así, no”. Prevaleció el sentido común, sentido que se practica con la información disponible, sea verdadera, sea falsa.
De aquí en adelante queda que los perdedores se conviertan en ganadores y los ganadores no desprecien los motivos del Apruebo. La próxima vez debiera ganar el Apruebo. Otro Apruebo, uno que no sea simplemente suma de votos. Uno que vehicule la convivencia, surtiendo las raíces culturales de la democracia.
Fuente: https://jorgecostadoat.cl/wp / Imagen: Pexels.