Quisiera proponer en este artículo algunas perspectivas en torno a lo que denomino los gestos y los espacios anastagógicos. El concepto de lo anastagógico o de la anástasisgogía es una construcción en donde vinculo las categorías de la Anástasis (antigua forma griega para hablar de la Resurrección y que significa “levantarse del sueño”, ser levantado o ser despertado) y el agó de la palabra pedagogía. El agó significa guiar, conducir o llevar. Por lo tanto, la anástasisgogía tiene que ver con una pedagogía o una forma de aprender a colocarnos de pie, a despertar del sueño, a dejar que otro nos ayude a levantarnos, a aprender a mirar desde una perspectiva Pascual o de Resurrección. La primera vez en donde propuse este concepto fue en mi artículo “La teología como pedagogía del acompañamiento, una reflexión desde el trabajo educativo en el contexto de pandemia”, publicado en la revista Palabra y Razón de la Universidad Católica del Maule durante el año 2021. Por lo tanto, las reflexiones que aquí se estarán proponiendo son, en cualquier caso, un proceso de ensayar algunas categorías o perspectivas para profundizar en el sentido de la Resurrección y de sus implicancias para nuestra vida.
Los conceptos de lo anastagógico y de la anástasisgogía los pienso desde las prácticas que Jesús Resucitado tiene con su comunidad, sobre todo un tipo de práctica pedagógica en torno a la vida que ha surgido en la Pascua. El modelo de camino del Resucitado con los discípulos a través del Espíritu, es un itinerario que despierta la vida y que promueve la vida resucitada en medio de las vidas cotidianas. La anástasisgogía podría vincularse a una acogida de la vulnerabilidad y de la herida humanas para desde allí constituir una nueva forma de ser seres humanos, forma que se enmarca en el reconocimiento de las heridas y de asumirlas como espacios de vida. Habría incluso en lo anastagógico una erótica o un deseo de conocer y profundizar en la experiencia del Resucitado. Hay deseo porque el Resucitado no es inmediatamente reconocible por los discípulos, sino que debe acontecer un itinerario, un diálogo o un encuentro en el que se despierta el conocimiento en cuanto el Resucitado se va dando a conocer. Al despertarse el reconocimiento como consecuencia del encuentro velado, la vida de los interlocutores se reactiva y anuncian lo que han encontrado.
Dentro de estos itinerarios o procesos de encuentro se pueden pensar o ensayar esto de los gestos y de los espacios anastagógicos. Los gestos son los del Resucitado y son los modos a través de los cuales Él se vincula con la comunidad. Estoy pensando el tema de la gestualidad a partir de lo indicado por el filósofo español Josep María Esquirol cuando habla de los gestos fundamentales de una filosofía del don. Pienso que la Resurrección es el don por excelencia: el Padre da vida a Jesús en el Espíritu; se dona el Espíritu en Pentecostés; la comunidad se dona a través del testimonio de su experiencia Pascual. Todo es don en la Resurrección. Aquí será interesante plantearnos la pregunta de cómo el gesto anastagógico inaugura una antropología o una comprensión de la vida transformada a través del don. Algunos posibles gestos del Resucitado que involucran esta pedagogía o esta conducción a través del itinerario pascual: salir al encuentro de los discípulos (Mt 28,8), se les apareció (Mc 16,9); se acercó y les preguntó (Lc 24,17.19); se sentó y bendijo los alimentos (Lc 24,30), preguntó y nombró a María (Jn 20,15-16), muestra el cuerpo y se deja tocar (Jn 20,20.27). Cada gesto o actitud de Jesús Resucitado revela el corazón de la Pascua. El pensador Fabrice Hadjadj, en su obra Resurrección. Experiencia de vida en Cristo resucitado, indica que la Resurrección es ante todo una experiencia cotidiana y corporal.
Y también podemos encontrar los espacios anastagógicos. Comprendo esta categoría como aquellos espacios humanos en donde podemos tener experiencia de la Resurrección. Un ejemplo concreto sería Emaús. Hacia Emaús los discípulos caminan abatidos y angustiados, literalmente a través del angst o camino estrecho, al decir del teólogo Paul Tilich. En medio de ese estado anímico de los discípulos el Resucitado se acerca y los acompaña a través de las preguntas, de permitir que ellos reconstruyan su relato, de sentarse a la mesa y compartir los alimentos. La casa de Emaús pasa de estar vacía de sentido a estar preñada de Pascua y, por tanto, de permitir la inauguración de la humanidad o de la subjetividad resucitada, como lo indica el teólogo Jean Daniel Causse. Gracias a los movimientos cotidianos del Resucitado (preguntar, dialogar, compartir) los discípulos experimentan cómo en el espacio domiciliado se va revelando la Pascua. Por ello es por lo que creo que la Pascua de Jesús se comprende de un modo nuevo si miramos con detención esa dimensión espacial de su misma presencia, sobre todo en la construcción de espacios que dan cabida a la vida gratuita, sanadora y liberadora. MSJ