Grecia: decisiones impensables

En la Grecia continental, la mayoría de los refugiados e inmigrantes viven en campamentos, algunos de los cuales están terriblemente superpoblados y en condiciones misérrimas.

Para Zeinab, crecer en Sanandaj, Irán, una ciudad de tamaño mediano conocida por ser el centro de la cultura kurda, debería haber sido una experiencia tan normal como cualquier otra.

Sin embargo, ahora, Zeinab vive en un campamento de refugiados en Atenas, Grecia, un país que alberga a miles de refugiados que Europa prefiere olvidar.

Si le preguntas a Zeinab cómo llegó hasta aquí, ella te llevará de regreso a sus días en Sanandaj.

“Zeinab se vio obligada a casarse a una edad muy temprana”, dice Cecile Deleplanque, que trabaja en el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) Grecia, y que la conoce bien. “Ella fue víctima de violencia doméstica desde los primeros días de su matrimonio”.

Después de años de abusos y sufrimiento, Zeinab logró divorciarse de su marido. Pero eso no puso fin a sus problemas: luchó por conservar la custodia de su hijo a pesar de los reiterados intentos de su marido de secuestrarlo. Ese enfrentamiento causó un profundo impacto en el niño, que con frecuencia estaba enfermo y hospitalizado. En su desesperación por no separarse del niño, Zeinab hizo lo impensable: se volvió a casar con su marido abusivo.

Zeinab me contó que su vida era muy dura. Temía por ella y por su hijo. No sabía cómo sobrevivirían. “Pero ella perseveró, trabajando duro para poner un plato de comida en la mesa”, dice Cecile.

LA HUIDA PARA PONERSE A SALVO

Pasaron dos años. La vida se hizo un poco mejor; el marido de Zeinab había mejorado en su comportamiento. Pero esta sensación de calma fue fugaz. Su esposo contrajo muchas deudas con criminales locales, quienes comenzaron a amenazar su vida. Tuvo que esconderse. Aquí es cuando la vida de Zeinab tomó otro giro dramático.

Cecile lo cuenta: “el peligro era tan grande que decidieron salir de Irán hacia Turquía. Sabían que sería arriesgado, pero se animaron porque habían oído que allí acogían a los refugiados. Sus vidas estarían en peligro en cualquier lugar de Irán. No tenían adonde ir”.

Zeinab y su familia cruzaron las montañas a pie, caminaron durante días interminables. Después de pasar un mes en Turquía, llegaron a Grecia para estar a salvo en Europa, lejos de los peligros de Sanandaj.

SOLOS Y NO DESEADOS

En marzo de 2016, la familia de Zeinab llegó a Leros, una pequeña isla griega a solo 32 kilómetros al oeste de la costa turca. Llegaron a un hervidero de ira y frustración. El proceso de asilo del gobierno griego apenas se movía, dejando a más de 8.000 refugiados y migrantes atrapados en las islas griegas. Las tensiones en Leros terminaron por estallar y los pobladores locales atacaron a refugiados y migrantes, e incluso a los trabajadores humanitarios.

Zeinab y su familia se sorprendieron por la violencia. Afortunadamente, pudieron viajar a Atenas después de un mes en Leros.

Las condiciones no eran mucho mejores en Atenas. La salud de su hijo se había deteriorado. En el campamento de Eleonas, donde permanecían, el tratamiento médico que las autoridades le prometieron a su hijo nunca se materializó.

Cecile cuenta que “en la Grecia continental, la mayoría de los refugiados e inmigrantes viven en campamentos, algunos de los cuales están terriblemente superpoblados y en condiciones misérrimas. Incluso los refugiados más saludables enferman al vivir en los campamentos. El pronóstico para las personas con problemas médicos graves, como el hijo de Zeinab, es muy sombrío, porque solo se dispone de atención médica básica, y ni siquiera eso hace que la vida de las personas sea algo mejor”.

EL SECRETO INCONFESABLE DE EUROPA

Sin embargo, podría haber sido peor para Zeinab y su familia. En Atenas, muchos otros refugiados y migrantes se ven obligados a vivir en precarios asentamientos porque ya no hay espacio en los campamentos, ni en hoteles o albergues. Los servicios en los campamentos en toda Grecia están bajo los mínimos, pero al menos tienen algo; en los asentamientos, los refugiados y los migrantes viven sin nada.

En diciembre de 2016, el SJR Europa se unió a otras treinta organizaciones de refugiados en una declaración que acusaba a los líderes de la Unión Europea de “empujar a la gente fuera de Europa” en vez de ayudar a Grecia a gestionar la ingente cifra de refugiados que llegaban en busca de seguridad.

Para Cecile, la historia de Zeinab es como tantas otras que ha oído.

“Cuando los refugiados llegan a nosotros, ya han pasado por una tragedia tras otra. Por eso es importante que les brindemos calidez y confort, que seamos hospitalarios. ¿Por qué? Porque todos somos humanos y un día quizás tengamos que tomar dolorosas decisiones como Zeinab, en circunstancias que van más allá de nuestro control. Si eso sucediera, también nosotros querríamos ser atendidos por otros. Estos son los fundamentos de una humanidad que aparentemente se han perdido en Grecia”.

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Fuente: http://es.jrs.net

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