¿Guerra?

«¡Nunca más la guerra!». Esto es lo que el Papa nos invita a considerar.

En el capítulo séptimo de la encíclica Fratelli tutti, titulado “Caminos de reencuentro”, el Papa Francisco propone una serie de reflexiones sobre la guerra que creo que es bueno revisitar estos días. Quisiera detenerme, concretamente, en el número 258, que el Papa termina con una exclamación: «¡Nunca más la guerra!».

No es solo una serigrafía bonita para una camiseta. El grito de Francisco es el destilado final de una argumentación que quizá nosotros hayamos vislumbrado en algún momento de las últimas horas, cuando el conflicto entre Rusia y Ucrania (y de tantos otros actores e intereses que se hace casi imposible abarcarlo todo), volvía a plantear la posibilidad de una guerra en suelo europeo. Y es que parece inevitable que, ante la inminencia de un conflicto, cada uno empiece a pensar cuáles son las razones que asisten a unos y otros, y que, entre eso y nuestras filias y fobias —que también juegan, admitámoslo—, acabemos posicionándonos. Incluso nos podemos llegar a plantear si hay razones que justifican o no la guerra; si habría, en algún caso, una «guerra justa». Es aquí donde creo que el Papa nos reta a discernir, ofreciéndonos su conclusión.

Porque lo que el Papa viene a decir es que —quizá— no se den ya las condiciones para ese discernimiento, que la realidad no nos permita ya «sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa». Francisco no dice que sea imposible, sino que es «muy difícil». Y lo es porque la palabra guerra ya no tiene detrás lo que tenía hace unos siglos, sencillamente. Las posibilidades de destrucción son tales, tan grandes y descontroladas, que la justificación moral de una guerra se vería obligada a detenerse. Dicho de otra manera: en un momento dado, la consideración de los posibles efectos de la guerra ya no permitiría poner en la balanza ningún bien ni utilidad superior al daño que causaría. Fundido a negro y fin del discernimiento: «¡Nunca más la guerra!». Esto es lo que el Papa nos invita a considerar.

Si el mundo se rigiera siempre por criterios buenos y justos, seguramente no haría falta que los papas escribieran encíclicas. Por eso su texto no nos evita el esfuerzo de seguir buscando qué es lo correcto en el caso concreto. Si las muchas heridas abiertas en el planeta acaban generando conflictos armados, habrá que seguir pensando qué podemos hacer, qué es lo mejor que podemos hacer. Pero quizá Francisco nos esté ahorrando, al menos, gastar energías justificando lo que podría ser ya injustificable.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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