La esclavitud de los números

¿Cambia el mensaje del evangelio en función del número de convertidos o de personas que permanezcan escuchando? ¿Imaginas a Jesús rebajando la exigencia evangélica ante el riesgo de ser abandonado?

Unos pocos pastores y tres magos; doce amigos y unas cuantas mujeres; setenta y dos discípulos; multitudes que acuden a él para ser sanadas; una masa que lo mismo quiere hacerle rey que le abandona en cuanto escucha sus exigencias; turbas que le aclaman o piden su crucifixión; su madre, unas cuantas mujeres y el amigo al pie de la cruz; la amiga que acude al sepulcro…

Es indudable que las cifras están presentes en la vida de Jesús. Sin embargo, el Evangelio no es un recuento de personas sino una Buena Noticia que se abre paso a veces en medio de multitudes y otras en la soledad e intimidad de la oración en una casa, una playa, un monte…

Después de la muerte y resurrección del Señor, los Hechos de los Apóstoles también hablan de números. El discurso de Pedro el día de Pentecostés provocó la conversión de unos tres mil (Hch 2, 41). Felipe vivió como un logro el bautismo de un eunuco, sí, uno. Y Pablo, entre otras muchas vicisitudes, se quedó casi más solo que la una al hablarles de la resurrección de los muertos a los atenienses.

Después de la muerte y resurrección del Señor, los Hechos de los Apóstoles también hablan de números.

Y ahora te pregunto: ¿cambia el mensaje del evangelio en función del número de convertidos o de personas que permanezcan escuchando? ¿Imaginas a Jesús rebajando la exigencia evangélica ante el riesgo de ser abandonado?

Reconozcámoslo, en la pastoral nos obsesionan los números (quizá por las sombras que proyectan otras épocas, para bien o para mal). Si atraemos a muchos nos sentimos orgullosos por haber alcanzado el éxito en términos mundanos: llenamos iglesias, estadios o explanadas, auditorios… Si son pocos los que conseguimos convocar nos colgamos la medalla de la profundidad cayendo en cierto elitismo espiritual. ¿Quién no ha vuelto de una experiencia pastoral y a la pregunta sobre cómo ha ido no le ha seguido la recurrente pregunta por el número de participantes?

Quizá la solución sea abrirnos al Espíritu Santo, “espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor” (Is 11, 2) para ganar en libertad y transmitir íntegro el mensaje que es lo que de verdad importa, ya seamos muchos o pocos.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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