La Iglesia católica en Europa expresa su opinión con indicaciones y reflexiones sobre la propuesta de un Pacto Europeo sobre migración y asilo, dada a conocer por la Comisión Europea, en tres áreas: solidaridad, cooperación y fronteras.
La propuesta de un Pacto de la Unión Europea sobre Migración y Asilo tiene por objeto desarrollar un marco común viable sobre la migración y el asilo. El Grupo de Trabajo sobre Migración y Asilo de la COMECE (Comisión de Conferencias Episcopales de la Unión Europea) reconoce los esfuerzos de la Comisión Europea por tener en cuenta los intereses de todos los Estados miembros y desbloquear el punto muerto. Sin embargo, las circunstancias actuales de la vida de los migrantes, los solicitantes de asilo y las víctimas de trata de personas requieren de atención urgente, ya que la pandemia del COVID-19 ha exacerbado su pobreza, su exclusión social y su estigmatización. El Pacto debe crear un sistema sostenible y humano de solidaridad y responsabilidades compartidas, que mantenga al ser humano, la dignidad humana y el Bien Común en el centro de las políticas de migración y asilo, reconozca las ventajas mutuas de la migración y proteja a los refugiados. Nos preocupa —afirman los obispos— la eficacia con la que el Pacto pueda aliviar la difícil situación, agravada por el COVID-19, en la que se encuentran los migrantes y refugiados. El Pacto debería promover la acogida, así como un enfoque justo y equitativo hacia los necesitados, ya que “se trata de elegir entre un modelo de vida que descarta personas y cosas, y uno inclusivo que valora lo creado y a las criaturas”. En el documento, la COMECE distingue tres cuestiones: el principio de solidaridad, la cuestión de la cooperación internacional y, por último, la importancia de las fronteras, y para cada zona hace sus recomendaciones.
EL PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD A NIVEL NACIONAL, REGIONAL Y LOCAL
De suma importancia es construir entre los Estados miembros un mecanismo justo y eficiente de solidaridad y reparto de responsabilidades que ponga en el centro la dignidad humana y el Bien Común. Como declaró recientemente el Papa Francisco: “Solo una Europa que sea comunidad solidaria puede hacer frente a este desafío de forma provechosa”. A este respecto, el nuevo mecanismo de solidaridad flexible propuesto en el Pacto suscita varias preocupaciones, ya que deja a los Estados miembros la decisión de acoger o no a los solicitantes de asilo. La UE —se lee— debería responder en la medida de lo posible con un espíritu de solidaridad y generosidad a las necesidades de los migrantes y los solicitantes de asilo, y no limitarse a reducir las presiones migratorias aumentando los retornos.
Por otra parte, el fomento de un ambiente más acogedor en nuestra sociedad es primordial. La solidaridad individual, familiar y comunitaria es esencial para crear lazos de fraternidad entre los migrantes y los habitantes de los países de acogida. Un giro en la presente narrativa es crucial para prevenir la violencia y la intolerancia contra los recién llegados, la exclusión social y las brechas en la integración, y para crear así un ambiente acogedor de hospitalidad. El objetivo es “construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y sepan cómo valorarlas en nombre de la fraternidad humana”. A este respecto, se considera un elemento constructivo que la Comisión haya puesto de relieve la importancia de los actores regionales y locales que desempeñan un papel fundamental en el fomento de la “cohesión social y el dinamismo económico”. También se acogen con beneplácito los esfuerzos por alentar a los Estados miembros de la UE a ampliar las vías de protección, como el reasentamiento y otros medios complementarios, que incluyen el patrocinio privado y la evacuación humanitaria.
RELACIONES EXTERIORES, OFRENDAS RECÍPROCAS Y ASOCIACIONES INTERNACIONALES
Un objetivo fundamental del Pacto de la Unión Europea es fortalecer la cooperación con terceros países en diversos ámbitos de la política de migración. Esta cooperación debe llevarse a cabo en igualdad de condiciones, ya que el diálogo con los demás implica el reconocimiento de nuestra propia identidad y cultura, afirman los obispos. En esta línea, las relaciones con otros países deben expresar la cultura del encuentro a todos los niveles para construir la justicia en todo el mundo. Las sugerencias a este respecto van en la dirección de promover formas legales de entrada, los acuerdos de readmisión y reintegración de los repatriados deben respetar plenamente los derechos fundamentales arraigados en la dignidad humana y contribuir al ejercicio de la plenitud individual y familiar, y tener como opción preferible los retornos voluntarios, la protección y la reunificación de las familias, así como la protección contra la trata.
UNA GRATUIDAD ABIERTA A LOS DEMÁS Y LA GESTIÓN INTEGRADA DE LAS FRONTERAS
El último capítulo abordado por la COMECE se refiere a las fronteras y va en dirección de la gratuidad y la gestión integrada. En primer lugar, las recomendaciones se refieren a la seguridad, especialmente en rutas peligrosas como el Canal de la Mancha, las islas Canarias, las costas del Mar Mediterráneo, donde un gran número de personas están realizando viajes peligrosos y a menudo mortales para llegar a Europa. En este sentido, debe hacerse todo lo posible para evitar que las costas de la UE se conviertan en vastos cementerios, aumentando las operaciones de búsqueda y salvamento con criterios rectores específicos. Entre las recomendaciones, se destaca la lucha contra el fenómeno de la trata con controles adecuados, el aumento de las operaciones de búsqueda y salvamento con una perspectiva centrada en el ser humano y criterios de orientación específicos, respetar la unidad de las familias y sus necesidades especiales. Las operaciones de búsqueda y salvamento de las organizaciones no gubernamentales que se ajusten a las normas internacionales no deben ser penalizadas. La COMECE se refiere en particular a las necesidades y requisitos de los migrantes: garantizar el pleno ejercicio de la libertad religiosa y la libertad de conciencia en las fronteras y a lo largo del proceso de solicitud de asilo, incluido permitir el acceso de las iglesias y las organizaciones religiosas a los centros de acogida.
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Fuente: www.vaticannews.va