Las nuevas Orientaciones se centran “exclusivamente en los desplazados climáticos”, es decir, aquellas personas o grupos que se han visto obligados a abandonar su lugar de residencia habitual a causa de una crisis climática aguda. La presentación contó con el testimonio del Arzobispo de Beira, en Mozambique, ciudad azotada en los últimos dos años por tres ciclones, el más terrible, el Idai, y el último, aunque de menor fuerza, ha dejado su rastro de destrucción. También contó con el testimonio de la Sra. María Madalena Issau, residente en un campo de desplazados a 60 km de Beira.
Fueron presentadas en la Oficina de Prensa de la Santa Sede las “Orientaciones pastorales sobre los desplazados climáticos”, de la Sección Migrantes y Refugiados – Sector de Ecología Integral del Dicasterio para el Servicio Humano Integral. El documento, tal como explicó el padre Fabio Baggio, Subsecretario del Dicasterio, contiene hechos relevantes, interpretaciones, políticas y propuestas sobre el fenómeno de los desplazados climáticos. La crisis climática “tiene un rostro humano”, destacó el sacerdote en su intervención. Es una realidad para millones de personas en todo el mundo y en particular para los habitantes de las periferias existenciales. El Magisterio de la Iglesia católica ha considerado anteriormente la situación de los desplazados internos y ha desarrollado reflexiones y sugerencias sobre su atención pastoral.
Las nuevas Orientaciones presentadas se centran “exclusivamente en los desplazados climáticos”, es decir, aquellas personas o grupos de personas que se han visto obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual a causa de una crisis climática aguda. Su objetivo principal es “proporcionar un conjunto de consideraciones, que pueden ser útiles a las Conferencias Episcopales, a las Iglesias locales, a las congregaciones religiosas y a las organizaciones católicas, así como a los agentes de pastoral y a todos los fieles católicos en la planificación pastoral y en el desarrollo de programas de ayuda a los desplazados climáticos”. Son el resultado de una atenta escucha de las Iglesias locales y de numerosas congregaciones religiosas y organizaciones católicas que trabajan sobre el terreno.
Tal como explicó el Secretario del Dicasterio, el cuerpo del documento se desarrolla en diez puntos: el primero está dedicado a un estudio general sobre el tema, con el fin de aclarar el estado de la cuestión en cuanto a la relación entre la crisis climática y el desplazamiento. Los nueve puntos siguientes se centran en aspectos concretos del fenómeno, según una dinámica de retos y respuestas. Parten de la necesidad de promover la concienciación sobre el tema, para que todos “abran los ojos a la realidad del impacto que la crisis climática tiene sobre la existencia humana”. Las Orientaciones se cierran con un pequeño capítulo dedicado a algunas indicaciones prácticas sobre cómo utilizar el documento, dirigidas principalmente a las Iglesias locales y a otros actores católicos.
La presentación del volumen fue enriquecida por el testimonio del Arzobispo de Beira, Mozambique, Mons. Claudio Dalla Zuanna, quien explicó cómo el cambio climático provocado también por la deforestación ha afectado la ciudad de Beira, en la zona central del país, asomada en el canal de Mozambique, donde raramente llegaban los fuertes vientos al tener como “escudo” la isla de Madagascar.
El prelado explicó que la temperatura de las aguas del canal ha aumentado constantemente en los últimos años, lo que permite que las tormentas y ciclones tropicales que no agotan su fuerza en Madagascar se recarguen con una fuerte evaporación y aumenten de categoría en los dos únicos días que suelen tardar dichas perturbaciones en cruzar los 400 km de mar para llegar a Mozambique. Si luego ocurre que, por diferentes motivos, la perturbación se mantiene sobre el canal de Mozambique durante 5 o 6 días, como ocurrió en marzo de 2019, se puede desencadenar un ciclón de extraordinaria fuerza, como fue el ciclón Idai, el más fuerte que se recuerda en el sur de África. Este ciclón dañó el 90% de los edificios de la ciudad, arrasando los precarios barrios periféricos, pero también la catedral, que en sus 100 años de existencia nunca había sufrido daños tan graves. El hospital de la ciudad, al que acuden los cerca de 3 millones de habitantes de la región, múltiples instituciones públicas, escuelas e incluso la casa del Obispo quedaron al descubierto por los vientos que soplaron a más de 200 km por hora. Desde marzo de 2019, la ciudad de Beira se ha visto afectada por otros dos ciclones, el último el 23 de enero de este año, ciclones que, aunque de menor fuerza, han dejado su rastro de destrucción. Además de los fuertes vientos —explicó el Obispo—, las tormentas tropicales descargan enormes cantidades de lluvia que, en una zona llana como Beira, con áreas por debajo del nivel del mar, crean inundaciones a veces enormes como la del ciclón Idai, con 2.000 km2 de zona inundada alrededor de la ciudad, aislándola durante muchos días, causando muertos y desplazando a cientos de miles de personas. Con estos desplazamientos forzosos la gente pierde sus casas, posesiones, oportunidades de trabajo, acceso a la escolarización y a los servicios sanitarios (por ejemplo, como consecuencia del ciclón Idai, miles de personas con AIDS y en tratamiento antirretroviral tuvieron que interrumpirlo con las consecuencias negativas que ello conlleva).
“El cambio climático no es una amenaza hipotética en el mundo, sino que es ya una realidad que exige una actuación inmediata, también en la creación de condiciones para acoger a los desplazados por el número cada vez mayor de catástrofes”, afirmó el Arzobispo. No podemos limitarnos a la intervención de emergencia —añadió— ni a reasentar a los desplazados en zonas donde no se han prestado los servicios esenciales. “El documento que hoy se difunde es una respuesta en la dirección correcta; de nosotros depende que dé sus frutos”, finalizó.
La presentación del volumen contó también con la intervención del padre Joshtrom Kureethadam, coordinador del grupo de trabajo Ecología de la Comisión Vaticana Covid-19; la Dra. Cecilia Dall’Oglio, directora asociada de los programas europeos del Movimiento Católico Mundial por el Clima, y con el testimonio de la Sra. María Madalena Issau, residente en un campo de desplazados a 60 km de la ciudad de Beira, donde no hay electricidad, no hay trabajo ni proyectos para instruir a los jóvenes, ni para ocupar a la gente, y desde donde, en el raro caso que las personas encontrasen una ocupación, deberían viajar muchos kilómetros para alcanzar el lugar de trabajo.
Introdujo la conferencia de prensa el Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, S.E. Cardenal Michael Czerny.
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Fuente: www.vaticannews.va