Resurrección, experiencias y lenguaje: algunas intuiciones

En la Resurrección estamos siendo testigos de un fenómeno que de suyo no pertenece a los sucesos ordinarios o cotidianos.

En este artículo quisiera seguir la pista de mi última colaboración con Mensaje, la cual llevó por título “Resurrección de Jesús y lenguaje: aprender a narrar la vida” (2 de mayo de 2022). El objetivo del desarrollo que ahora comienza busca poner en vinculación los conceptos de la Resurrección de Jesús, el tema de la experiencia como clave de comprensión de la vida humana y el marco del lenguaje en el que, como dijimos en la anterior columna, era el marco desde el cual podemos comprender el acontecimiento de la Resurrección.

La experiencia, al juicio de Xabier Pikaza en su obra Experiencia religiosa y cristianismo: introducción al misterio de Dios (1981), posee tres dimensiones constitutivas: primero la “apertura”, por la cual tomamos conciencia del mundo, de la presencia de los demás, de los estímulos ambientales y de la carencia que el ser humano presenta ante el desafío de dar respuestas a las grandes preguntas de la vida. El segundo momento es llamado “tanteo”, y hace referencia a todo el proceso de dar respuesta o dar significado a lo que los estímulos, sabiendo que por ser “tanteo” todavía se está buscando la respuesta más conveniente, reconociendo sí que dicha respuesta, quizás, nunca será definitiva. Finalmente, el tercer momento recibe el nombre de “experiencia significativa”, la cual establece que se opta por una u otra respuesta y dicha respuesta queda como mejor que otras al momento de querer responder a un estímulo o problema. El elemento que cruza los tres momentos de la experiencia es el lenguaje, en cuanto dicha herramienta nombra, ordena, clasifica, distingue, proyecta, fractura.

Ahora bien, si la Resurrección, y como hemos indicado anteriormente se comprende a través del lenguaje, el lenguaje nos permite nombrar el acontecimiento, ordenarlo (darle un sentido), comunicarlo, experimentarlo en diversas instancias humanas, pastorales, eclesiales. Adolphe Gesché llega a decir que la Resurrección es “un acontecimiento de palabra” y que ella abre una “fiesta del lenguaje”. Habría, por tanto, un tono lingüístico en la Resurrección que nos permite profundizar en su radical impacto en la historia.

En la Resurrección estamos siendo testigos de un fenómeno que de suyo no pertenece a los sucesos ordinarios o cotidianos. Por ello Gesché dice que ella, la Resurrección, provoca extrañeza en los que la experimentaron al comienzo de la Iglesia. El teólogo belga habla de que la Resurrección genera dudas, o resistencias, o incapacidades de reconocer. Y, por ello, es una experiencia en cuanto supone el riesgo de comprensión sobre el acontecimiento. Hay un acercamiento vulnerable a la Pascua, es decir, a interiorizar que la conciencia humana y al momento de querer comprender este acontecimiento marcado por el exceso de sentido queda limitada en su explicitación. De ese modo nos aproximamos de modo provisorio a la interpretación y, por ende, a la comunicación de lo vivido.

Quizás es justamente en dicha provisionalidad o riesgo de comprensión que se puede encontrar el corazón y el sentido de lo vivido con el Resucitado. MSJ

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