Testimonio: Marcha masiva por el cambio climático y el cuidado del medio ambiente

Desde la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe–Cpal, nos unimos a la campaña que lidera Ecojesuit, en el marco del Día del Agua que se celebra el 22 de marzo.

Apenas el 14 de marzo ha estrenado su primer minuto y ya se siente en la ciberesfera que será una jornada diferente, de esas que etiquetamos como memorables en nuestro récord personal de vivencias. Las redes sociales, los grupos juveniles católicos y de otras tendencias rebosan de invitaciones a participar en el gran evento: la marcha mundial contra el cambio climático. Durante la misa, aun oscuro, todos encomendamos a los miles, millones de personas de buena voluntad que a lo largo y ancho del mundo se reúnen para decir en miles de idiomas y dialectos, respaldados por miles de credos y cosmovisiones distintas, que es hora de tomar nuestra responsabilidad para con el planeta y pasar a acciones más eficaces para proteger la Creación.

Al llegar a la Pontificia Universidad Católica de Chile nos recibe la primera ola de manifestantes. Como si de una espesa niebla se tratase, somos envueltos en esta conciencia colectiva y juvenil de apremio, enojo y esperanza. En la entrada misma de la universidad, un grupo de jóvenes nos recibe frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que preside el pórtico principal del campus. Sus mensajes en pancartas de material reciclado no pueden ser más directos, existenciales y demoledores:

“Hola, soy Martín, tengo 21 años, y cuando cumpla 28 habrá tres veces más plástico en el océano”. “Soy Cami Torres, tengo 20, y cuando tenga 28 habrán desparecido un cuarto de todas las tierras cultivables del mundo”. “Hola, soy Iván, y para cuando tenga 58 años el mar inundará tierras equivalentes al área de Chile”. “Cuando decidas venir a la marcha en el 2020, ya habrán muerto 150.000 nuevas personas por el cambio climático”, decían los carteles que portaban varios universitarios —con los ojos vendados— en la entrada del campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile, para incentivar la participación en la marcha por el cambio climático y el medio ambiente.

Terminada la jornada matutina en la universidad, me desplazo hasta a una entrada del metro Baquedano, a una cuadra del Río Mapocho, que está más seco que nunca. He venido pedaleando por todo Vicuña Mackenna desde San Joaquín, donde está nuestra comunidad jesuita de estudiantes de teología (Centro interprovincial de formación, alías CIF). Durante el camino vi a una chica en bicicleta que venía muy disfrazada, con un tambor a sus espaldas; también pasaron dos o tres varones en sus bicis, y muchas y muchos otros escolares caminaban por las banquetas hacia el punto de salida, con una fuerza y vitalidad contagiosas.

Hemos llegado desde casi todas las comunas del gran Santiago. Contemplo la alegría y la fraternidad en los rostros jóvenes. Muchas personas van pintadas. Muchos están preparando su intervención. Varios tambores se escuchan al fondo. Me encuentro con varios hermanos de la facultad de Teología. Somos unos diez, varios jesuitas, dos hermanos de la congregación de la Virgen de Schöenstatt, diocesanos, verbitas, entre otros. Hemos querido hacer presencia y acompañar la marcha de los que quieren hacer frente a la crisis socioambiental que nos afecta a todos, pero especialmente a los pobres (Cf. Laudato Si’).

Hemos comenzado a caminar… me detengo para grabar un poco de la salida y voy viendo todo tipo de carteles, letreros y anuncios. La mayoría de los carteles son de cartón y están pintados con plumones, pero hay también algunos mucho más elaborados, creaciones muy originales a base de pinturas y una variedad de colores.

“No más zonas de sacrificio”. “El cambio climático es inminente”. “Ni un grado más, ni una especie menos”. “Scouts unidos por un mundo mejor”. “Salvaje no es quien vive en la naturaleza, salvaje es quien la destruye”. “Muerto el último árbol, muerto el humano”. “GO Vegan” = “Hazte vegano” [1]. “Si la civilización quiere sobrevivir, debe vivir del interés de la Naturaleza, no del capital”. “¿Para qué estudiar para un futuro que no va a existir?”. “El cambio está en tus manos, el cambio está en tus pies, el cambio es para ahora y no para después”. “No TPP, puedes engañar a los votantes, pero no al planeta”, son algunas de las frases de los carteles y pancartas que portan los jóvenes. Me llama la atención ver estudiantes con uniforme de colegio, son miles de menores de edad. Su presencia y compromiso me alegra y me llena de esperanza. Estimo que el 80% de los que marchamos hoy son personas jóvenes entre 15 y 35 años. El 20% restante somos mayores de 35. Espero que estos jóvenes que hoy marchan no dejen de luchar por una sociedad que cuide mejor que mi generación al planeta y sus recursos naturales.

Me sorprende, entre otras cosas, la creatividad de unas mujeres que llevan botes de basura con rueditas como tambores. Ellas van seguras, alegres, compartiendo con sus pares. Imagino que tal vez una tercera parte de las mujeres de esta marcha estuvieron marchando hace 8 días en el día internacional de las mujeres. Sororidad, compromiso, concientización… me arriesgo a decir que ellas son una mayoría de los marchantes. Son un signo potente de la conexión profunda que tienen con la “madre tierra”. Hay chicas y chicos pintados y disfrazados, caracterizando árboles, nubes, ríos, abejas.

Una de las consignas que más se escuchan es: “El agua es un derecho, no un negocio, tampoco un privilegio”. Otra interpela directamente a los padres y madres de familia: “¡Señora, Señor, véngase a marchar, para que sus hijos puedan respirar!”. Al ver la multitud que expresa el clamor de la Creación, siento una emoción del Espíritu al avanzar en bicicleta, a contraflujo de los manifestantes.

Siento que Dios nos está hablando muy fuerte. Empecemos por cuidar nuestros modos de consumir y desechar (recicla, reduce, reutiliza). Una de las frases más potentes (y pesimistas) de las pancartas dice: “¡Resiste tierra!, los humanos pronto nos extinguiremos”. El cartel que más me impacta hasta este momento contiene una de las frases más cortas que he leído hoy: “No existe un planeta B”. Quiero despedirme con la frase de otro cartel, más esperanzador y propositivo que decía:

“Hay otras muchas luchas que no ganaremos, al menos superemos esta”.

Que Dios y la Virgen nos acompañen en este camino para despertar las conciencias y secundar la voz del Espíritu que llama a la conversión ecológica en las palabras, entre muchos otros, del Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’.

[1] Producir un kilo de carne requiere alrededor de 15,000 litros de agua, mientras que producir un kilo de granos requiere unos 1500 litros de agua.
* Artículo escrito por Eduardo Anaya Sanromán sj y Alayn Hernández Fernández sj, quienes estuvieron presentes en la marcha masiva por el cambio climático y el cuidado del medio ambiente en Santiago de Chile, Chile.

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Fuente: https://jesuitas.lat

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