Trump, Corea del Norte y la política de la testosterona

Washington endurece los tonos y habla de guerra preventiva, pero juega con el fuego en casa ajena. Lo que no parece muy lógico.

Cuesta tomarse en serio las declaraciones del presidente Donald Trump. Estas siempre parecían buscar más el objetivo de multiplicarse en los medios de comunicación (por ese mito, según el cual, si lo dijo la tv es cierto), que ser un convencimiento personal y fundado. Lo ha confirmado hace menos de una semana el Washington Post, al publicar la transcripción de un diálogo con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto. En la conversación, Trump le quiere imponer a su par que no declare a la prensa que no pagará el costo del muro en la frontera que pretende levantar. El estadounidense es claro: luego nos pondremos de acuerdo, pero no me contradigas porque yo tengo que decir que ustedes lo pagarán, pues ha sido mi caballo de batalla en la campaña electoral. Es decir, lo del muro es “pour la galerie”.

Desde hace unos días, el presidente Trump ha vuelto a mostrar sus bíceps para, supuestamente, amedrentar al régimen de Corea del Norte. En esta escalada de política de la testosterona, el consejero para la seguridad nacional de los Estados Unidos, H. R. McMaster, llegó a referirse a la guerra preventiva, entre las hipótesis que explora la Casa Blanca.

Es muy posible que, de existir una conversación telefónica entre Trump y su par norcoreano Kim Jong-un, podríamos encontrarnos ante la misma exigencia, palabras más palabras menos: “Tú asústate, por favor, pues tengo que decir esto, aunque sé que no puedo hacerlo”.

En realidad, cuando la Casa Blanca amenaza con “fuego y furia” a Corea del Norte, donde más tiemblan es en Corea del Sur y en Japón.

Queda claro que los norcoreanos no podrían salvarse de un ataque del Pentágono. Sobre eso nadie duda. Pero la diferencia es que aquí no estamos ante Libia o Irak. Kim Jong-un dispone de armas de destrucción masiva. Y no estamos hablando solo de misiles con testadas nucleares, sino de armas químicas utilizables por cañones o lanzaderas convencionales, desparramadas en bases subterráneas, cuevas en las montañas fronterizas que en cuestión de un minuto podrían bombardear la capital de Corea del Sur causando estragos, a una distancia de apenas 40 km.

Por otra parte, misiles de alcance mediano podrían dar también con el vecino Japón, además de otras ciudades surcoreanas, pues no sería posible destruir todos los sistemas de lanzamiento. Por tanto, las declaraciones de Trump son recibidas con preocupación por sus propios aliados y suponen estar jugando con fuego, pero en casa ajena.

No es casualidad que el Pentágono, que mantiene en Corea del Sur una fuerza de 28 mil militares, respaldada por armamento aéreo y naval, ha gastado 11.000 millones de dólares para poner a resguardo a sus efectivos, trasladando la base que los hospeda a unos 100 km de la frontera, fuera del alcance de las armas convencionales.

Una vez más, lo más probable es que Donald Trump esté hablando para sus propios connacionales, entre los cuales quiere mantener el espíritu del líder fuerte, capaz de decisiones enérgicas que mantienen a raya a los canallas. Sabe cómo usar los medios y sabe que si hace cincuenta años una mentira repetida 10 mil veces se transformaba en una verdad, hoy un exabrupto afirmado por tv también se parece a una verdad.

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Fuente: http://ciudadnueva.com.ar

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