Trump destituyó la cúpula de Seguridad Nacional de su Gobierno

La encargada de Seguridad Interior y el jefe de los Servicios Secretos fueron destituidos. Pero lo que está fracasando es la política migratoria del presidente.

A esta altura la actitud del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es casi una obsesión. Los reveses en su política migratoria han sido notables, lo que lo está llevando a relevos dentro de su gabinete en busca de funcionarios dispuestos a aplicar la “mano dura”. Esta semana ha destituido, casi a la fuerza, a la secretaria de Seguridad Interior, seguida por el jefe del Servicio Secreto. El Senado todavía no ha dado su visto bueno para los cargos de Seguridad Nacional, Interior y Defensa, ministerios regidos interinamente. Trump ha dado marcha atrás en el nombramiento del jefe de la policía de inmigración, ya que el candidato elegido en un primer momento no era suficientemente “duro”.

Ante los fracasos permanentes y el incremento de las detenciones en la frontera, 100 mil en marzo, contra 58 mil en enero, en su mayoría centroamericanos, las iniciativas en materia de inmigración han sido confiadas a Stephen Miller, asesor de Trump y partidario de la mano dura y hasta del cierre de la frontera con México. Con 33 años, Miller apoya las posturas más radicales en el tema. Sin embargo, lo cierto es que no se pudo frenar el flujo de inmigrantes que intentan ingresar al país, ni la Justicia apoya los métodos que el presidente pretende aplicar. Un juez californiano aplicó una medida cautelar que impide dejar en territorio mexicano a los solicitantes de asilo a Estados Unidos. El sistema, en realidad, está colapsado y hasta el momento ha quedado claro que Trump dramatiza las razones de su política con tal de cumplir con lo prometido durante la campaña electoral. Recurriendo a sus ya proverbiales mentiras, el mandatario ha culpado a los inmigrantes de la epidemia de adicción a opiáceos que está provocando miles de muertes en el país. Las razones de esa epidemia son otras: el uso masivo de medicamentos a partir de opiáceos que generan dependencia, más el incremento exponencial del consumo de drogas como la heroína. La cuestión es que los derivados del opio no provienen de México, sino de Asia, en especial de Afganistán. Paradójicamente, la producción de opio en ese país asiático se ha disparado y eso ocurre precisamente en las regiones controladas por las fuerzas armadas de los Estados Unidos.

No es difícil sacar conclusiones al respecto.

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Fuente: https://ciudadnueva.com.ar

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