Trump y la lógica de la presencia de EE.UU. en Medio Oriente

El reciente anuncio del retiro de efectivos de Siria e Irán no responde al intento de una desescalada de la intensidad de los conflictos.

¿Es una buena noticia para la paz la decisión del presidente Donald Trump de retirar las tropas presentes en Siria y reducir a la mitad las que están en Afganistán? En algunos casos, se ha leído esta decisión en clave de distanciamiento de los norteamericanos de la situación de Medio Oriente.

Conviene aclarar que nada de ello guarda relación con la realidad. La presencia de efectivos en Siria no es sustancial, ya que tropas especiales están allí presentes, o cercanas en la frontera con Irak, incluso desde antes del comienzo del conflicto. Dos mil militares más o menos no cambiarán la situación de fondo por la que Washington deja a Turquía como actor fundamental y representante de la OTAN, de la que el país es miembro y que es conducida por el Pentágono. No puede ser una buena noticia ese retiro, puesto que traiciona a las milicias de los kurdos, la minoría que aspira desde hace décadas a tener un Estado propio y que una y otra vez es traicionada por Occidente. Los kurdos han sido la mano de obra esencial para derrotar al Isis en el norte de Siria, para la cual ha sido indispensable que Turquía terminara de apoyar al grupo terrorista. Terminada la tarea, quedarán a merced de los turcos que, a su vez, los consideran como enemigos y terroristas. No presagia algo bueno por tanto el retiro de los estadounidenses.

Por otro lado, el retiro de la mitad de los 14 mil efectivos acuartelados en Afganistán tampoco es una buena noticia. La enorme mayoría de la opinión pública no tiene idea de cómo se conducen los conflictos. En ellos, es cada vez más importante el rol de los así llamados “contratistas privados”, que no son otra cosa que mercenarios que se encargan de hacer el mismo trabajo de los militares, pero con una ventaja: no aparecen con el mismo impacto en el conteo de las bajas, las que siempre determinan un costo político. Si Trump le pudo decir sin filtros —como suele hablar este presidente— a una apenada viuda de un soldado muerto en Medio Oriente que, al fin y al cabo, su marido sabía a qué se exponía, ¿qué se dirá de mercenarios que a cambio de una buena suma de dinero hacen el trabajo sucio sin necesidad de comunicados oficiales del Pentágono? En Afganistán sigue presente Academy, una de las empresas que provee al Pentágono de mercenarios, antes conocida como Blackwater, y que ha necesitado de sucesivos cambios de nombre también en el intento por limpiar su nombre de asesinatos de civiles inocentes y escándalos administrativos, al haber sido beneficiada en Irak por contrataciones directas en el orden de varios miles de millones de dólares. Las voces que hablan de un reemplazo de las tropas del ejército de Estados Unidos con mercenarios de Academy son insistentes desde hace tiempo. Es decir, el retiro de soldados de ese frente no es efecto de una iniciativa pacifista, sino todo lo contrario.

Por otro lado, sigue vigente el paradigma al que responde la presencia de Estados Unidos en Oriente Medio: apoyar los intereses de sus aliados, Arabia Saudita e Israel, y combatir a Irán (enemigo de sus amigos). Es por ello que Trump ha denunciado el acuerdo alcanzado por los seis países del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania, sobre tecnología nuclear de Irán, que estaba siendo monitoreado y acatado por los iraníes, pues al levantarse las sanciones contra Teherán se permitía al país salir del boicot al que es sometido. Mezclando las cartas sobre la mesa, Trump acusa a Irán de ser el mayor difusor del terrorismo, ocultando que ese es el rol de Arabia Saudita, responsable del conflicto y de las matanzas de civiles en Yemen, que buena parte de la prensa se obstina en ignorar. Basta ver los esfuerzos realizados por Trump para defender al heredero de la monarquía saudita contra toda evidencia de su responsabilidad en el atroz homicidio y desaparición de un periodista saudita crítico del régimen y columnista de medios estadounidenses.

Lejos de reducir su presencia en Medio Oriente, la Casa Blanca sigue más que activa en la región. Lo lamentable es que ello solo sea compatible con una lógica de la conveniencia política —y económica—, pero no con el intento de pacificar una región en permanente estado de guerra.

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Fuente: http://ciudadnueva.com.ar

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