Venezuela: El voto comprado

Estamos frente a una depravación y degeneración de la política, porque una cosa es que un partido asista monetariamente a sus activistas en una jornada de mucho trabajo como el electoral, y otra es que, usando los fondos del Estado, se compre el voto del ciudadano con hambre.

Cuando el gobierno perdió abrumadoramente las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 y consecuentemente la oposición obtuvo dos terceras partes de los diputados, lo cual le otorgaba una súper mayoría, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV CA) a través de sus filiales, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y el Consejo Nacional Electoral (CNE), se propuso anular al parlamento. Había que buscar un argumento y unos abogados sin escrúpulos, que sobran, para que redactaran la impugnación, y lo demás era esperar que sus instituciones hicieran el trabajo. Y así fue. A través del sistema de espionaje telefónico que ha instalado el gobierno, mediante el cual le saben la vida a todo el mundo y entre ellos mismos, se interceptaron ilegalmente llamadas telefónicas entre varios coordinadores de centros electorales del estado Amazonas, y ello fue la supuesta prueba para evidenciar la compra de votos y con eso desconocer la voluntad del pueblo al cancelar la proclamación de cuatro diputados, dos de Amazonas y dos indígenas, con lo que la Unidad perdía la mayoría de las dos terceras partes de los diputados. Antes de irse de vacaciones, el 23 de diciembre de 2016, el TSJ, de manera muy diligente, admitió el recurso de su jefe inmediato, el PSUV CA, y dictó una medida cautelar anulando a los tres diputados. Todavía hoy, dos años y medio después, sigue en vigor la medida cautelar y la Asamblea Nacional en “desacato” por haber incorporado a esos tres diputados, aunque luego los desincorporó, tratando de buscar un arreglo político con el gobierno. El tema no era la legalidad de la Asamblea Nacional, sino que el gobierno no reconocía la existencia de un poder autónomo que ellos no controlaban, como suele suceder con los regímenes totalitarios.

Nunca se pudo probar que en Amazonas hubo compra de votos, pero el pueblo de ese estado no tiene representación parlamentaria. Ahora bien, durante el curso de esta campaña electoral con motivo del 20 de mayo, el descaro y la desfachatez con las cuales actuó el PSUV CA y el jefe de ese conglomerado mercantil, Nicolás Maduro, rompió todos los parámetros conocidos de la indecencia. Acuñó Maduro una frase célebre: dando y dando. El significado era que él le daba a la gente una bolsa Clap con comida a cambio del voto de la persona favorecida. Pero luego fue más allá y estableció que, mediante el carnet de la patria, cuando un ciudadano ejercía su derecho al voto, automáticamente se les depositaría un bono equivalente a varios millones de bolívares. Eso está documentado, grabado, transcrito, en audios, de todas las formas. Por menos que eso, la sucursal electoral del PSUV CA, el CNE, hubiese anulado esa candidatura, que apoyada en el hambre de un pueblo se dispuso a comparar su voto, como efectivamente sucedió. Estamos frente a una depravación y degeneración de la política, porque una cosa es que un partido asista monetariamente a sus activistas en una jornada de mucho trabajo como el electoral, y otra es que, usando los fondos del Estado, se compre el voto del ciudadano con hambre. Con todo y el hambre, más del 80% de los inscritos para votar, o no lo hicieron o votaron contra Maduro.

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Fuente: http://revistasic.gumilla.org

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